El
“Lamento
por Jesús”
El texto
bíblico:
(Jn
19,38-42)
Por la noche del viernes fue José de Arimatea,
que era discípulo de
Jesús, aunque lo mantenía en secreto por miedo a los
judíos, a Pilatos
y le pidió permiso para hacerse cargo del cuerpo de
Jesús. Y Pilatos se
lo concedió…
Después llegó también Nicodemo…y trajo mirra y
aloe. Entre los dos se
llevaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas de
lino bien
empapadas en la mezcla de mirra y aloe.
Cerca del lugar donde fue crucificado Jesús, había un
huerto y en el
huerto un sepulcro nuevo. Allí colocaron a Jesús (con
prisa), porque ya
comenzaba la fiesta y el sepulcro estaba cerca.
Explicación:
En la historia del arte cristiano se entiende por el
motivo
del
“Lamento por Jesús” una imagen devota, que presenta una parada,
un
descanso en el camino hacia la tumba. El “Lamento” no transmite un
momento determinado del acontecimiento relatado en la Biblia, sino que
es expresión de dolor, lamentación mortuoria y
meditación de la Pasión,
que “da al espectador la posibilidad de inmersión contemplativa
y de
identificación con el comportamiento psicológico de la
Persona
representada.” (Gertrud Schiller)
Un pequeño grupo de personas está confuso por la
muerte de Jesús y expresa su tristeza:
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Maria de Magdala
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• María, la madre de Jesús, a
la que ya
había dicho el anciano Simeón, que una espada
traspasaría su alma.
• Juan, el discípulo amado y amigo de
Jesús, que en este momento
tampoco estaría en situación de expresar lo que
más tarde redactó en su
Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó su
Hijo, para que
todos los que crean en Él no se pierdan, sino que tengan la vida
eterna.” (Jn 3,16)
• María de Magdala, que desde el principio
había acompañado a Jesús
en el camino y tenía mucho apego a su Maestro. Por lo general,
es
representada con un frasco de ungüento, con cuyo contenido rinde
el
último servicio a su Amigo y Maestro, embalsamando el cuerpo del
Muerto. Con frecuencia están reunidas con ella otras mujeres
llorosas
de los partidarios de Jesús.
• Después está presente Nicodemo, que
una vez en la noche y
secretamente había visitado a Jesús para exponerle sus
dudas y sus
preguntas. Entonces quedaron para él muchas cuestiones
abiertas, que
probablemente en esta hora irrumpen de nuevo, del mismo modo que
tampoco hoy las personas encuentran ninguna respuesta ante el
sufrimiento experimentado y la imposibilidad de evitar la muerte.
¿Finalmente la experiencia pascual le regaló aquella paz
que buscaba?
• Como Nicodemo, también José de
Arimatea pertenece a este grupo. Él
era en secreto un discípulo de Jesús. Pero ahora pone su
huerto a
disposición para la sepultura y hace en silencio lo que es
necesario en
tal momento.
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Todos están a su propio modo en dolor silencioso
o también lastimero
unidos entre ellos y con el Muerto. Tristeza alrededor del Maestro, del
Señor, del Hijo. Pero ni el lamento, ni un último
servicio pueden
desviar la muerte, que Él ha aceptado. Sin embargo, el camino
hacia la
Resurrección pasa por la muerte. Esta experiencia pudieron
hacerla unos
pocos días más tarde. Y esta experiencia la transmiten
como testigos –
hasta nosotros los cristianos actuales.
Nosotros estamos invitados en estos días de Semana Santa a
vigilar con
ellos el féretro y a poner nosotros mismos en oración el
misterio de la
Muerte y de la Resurrección con nuestras propias experiencias de
muerte. |
Nuestra escena del
pesebre:
La ciudad de Jerusalem, que en muchas escenas de nuestro pesebre forma
el fondo, deja en estos días de Semana Santa una
impresión bastante
tenebrosa: ninguna iluminación, ningún mercader en la
puerta, ninguna
animación activa como antes. La primera Lectura de los maitines
del
Viernes Santo del libro de las Lamentaciones (Lam 1,1-5) tiene
aquí su
reflejo:
¡Qué solitaria ha quedado la ciudad que era populosa!...
Todos los que la amaban, todos sus amigos la han abandonado…
Los caminos de Sión están de luto, pues nadie viene ya a
sus fiestas:
Todas las puertas están en ruinas…”
Cerca de la ciudad, rodeada por el desierto: la colina del
Gólgota
pelada. En lo alto, tres cruces solitarias. Debajo, en la
montaña está
horadada una cueva rocosa: “una tumba rocosa, en la que todavía
nadie
había sido sepultado”. Ahora debe convertirse en el
último lugar de
reposo de Jesús. Su madre y sus amigos más íntimos
se han reunido
tristemente alrededor de su cadáver. Muchos pintores a lo largo
de la
historia del arte han captado este momento en sus cuadros: “El Lamento
por Jesús”.
A primera vista una escena triste y tenebrosa. Pero por la fe sabemos
que también en Viernes Santo resplandece la clara luz de la
mañana de
Pascua. Así ya es realidad Pascua en nuestra escena del lamento:
a los
pies de la colina del Gólgota nace un manantial de “agua viva” –
recuerdo también del agua de la vida, que fluyó,
según el Evangelio de
Juan, del costado traspasado del Señor. Y esta agua de la vida
(“agua
pascual”) permite que surjan muchas flores luminosas de primavera
alrededor del cadáver de Jesús y en el “desierto de este
mundo”. En la
liturgia de la Pasión y Muerte de Jesucristo en la tarde del
Viernes
Santo, los monaguillos, después de la adoración de la
Cruz, adornan la
tumba y el desierto con estas flores de colores preciosos y los
creyentes encienden luces..
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