Homilía-Impulso para el Domingo Vigésimo Segundo del Ciclo Litúrgico ‘A’
3 Septiembre 2023
Lectura: Jer 20,7-9
Evangelio: Mt 16,21-27
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Homilía del año 2005 abreviada y modificada
En la Lectura del domingo actual
se trata de una consecuencia de la fe.
O expresado de otra forma:
Una fe en Jahwe “sin seguimiento” cae masivamente en la crítica.
Actualmente: un cristianismo “suavemente lavado” ¡no funciona en absoluto!

En la Lectura del Antiguo Testamento
Jeremías lucha por las consecuencias de su fe.
Como mucho diría:
¡Señor, yo creo, pero, por favor, déjame en paz!
Pero ¡esto no funciona!
Escuchemos otra vez a Jeremías en el tono original:
“Cuando yo me dije: Ya no quiero pensar en Él y ya no quiero hablar en su Nombre,
pero había dentro de mí como un fuego devorador,
encerrado en mi interior;
me esforzaba en contenerlo,
pero no podía.”
¿Conocen ustedes también esta enorme tensión
entre un compromiso interior con la fe
y un impulso interior de ser libres –
al menos de la ‘Iglesia’ o incluso de la fe cristiana?

Silencio

En todo caso la oración de Jeremías se convierte
en una queja masiva contra Dios:
“¡Tú, Señor, me conduces a la desesperación!
¡Señor, Tú eres el culpable!
Tú me has seducido y me has hecho violencia.
Yo no me he embarcado libremente en situaciones en las que peligraba mi vida y eran humillantes.
Yo he recogido sólo dolor e ignominia,
escarnio y burla.”

Silencio

Pero también contra este grito de acusación
se impone en Jeremías una fe consecuente:
“No puedo hacer otra cosa.
Me repugna en mi interior,
a Ti, mi Dios, tratarte de forma fría..
Tu misión es mi misión.”

Silencio

Por tanto, él responde del mensaje que
Dios le ha encargado.
Nada contra corriente en su entorno.
Él está en contra de la impiedad de la sociedad de su tiempo.
Por eso, él se vuelve –no obstante a pesar de las consecuencias que traen para él mismo – contra los poderosos y contra su régimen de violencia injusto y represor…

Silencio

¡Esto no es de ningún modo un valor en sí mismo
porque finalmente la violencia se dirige contra Jeremías!
Es más bien la mala consecuencia de su valiente intercesión por la justicia de Dios.

Contra una piedad de cruz y de entrega defendida en el pasado eclesial y a veces aún también hoy,
tiene que decirse con la mirada puesta en Jesucristo:
¡Su Cruz tampoco es un valor en sí misma!
Tampoco la Cruz es en nada diferente a la pésima consecuencia del compromiso sin reserva de Jesús
por la justicia de Dios y por Su amor a todos los seres humanos.
Jesús no estaba preparado –como Jeremías-  para transigir
aunque Él hubiera querido salvar Su vida.

Silencio

Como Jeremías también Jesús luchó por las consecuencias de Su misión, es decir, de Su fe.
Esta lucha se hizo visible para todos, por ejemplo,
en la disputa muy dura que mantuvo con Pedro:
“¡Vete, Satanás!”
Jesús no acostumbraba usar un lenguaje así.
Sin embargo, queda claro que la decisión de Jesús,
es ir hacía Jerusalem, es decir, meterse en la boca del lobo, también llegándole al alma.
Finalmente Él responde de forma consecuente - también contra la tentación de Pedro- con la voluntad de Dios.
Él rechaza ir por un camino más cómodo….

Silencio

La pregunta sobre las consecuencias vividas de nuestra fe ahora importuna naturalmente.
Cada uno de nosotros tiene que contestar a esta pregunta.
Sólo porque:
La fe cristiana es seguimiento de Jesús.
Y esto no se puede limitar a la asistencia a la Misa dominical y a recitar juntos la confesión de fe.

Silencio

Quizás para terminar todavía esto:
El amplio y cómodo camino, por el que las masas andan, no es con gran probabilidad el camino de la fe.
La fe no ha estado nunca verdaderamente de moda,
aunque lo pareciese a veces en épocas en que la Iglesia era popular.
Pero en nuestro ámbito secularizado
todo lo que es normal, por así decirlo,
va a contrapelo.

Amén
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