Homilía para el Domingo de la Santísima Trinidad
26 Mayo 2013
Lectura: Prov 8,22-31
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Año tras año celebramos el domingo de la Santísima Trinidad.
Pero lo que celebramos queda en nosotros como un ‘libro con siete sellos’.
Tampoco hoy desvelaremos el misterio.
Pero quizás acerquemos un poco este misterio,
si nos fijamos en la Lectura del día y nos preguntamos a quien o a qué verdaderamente se refiere, cuando se habla aquí de la ‘Sabiduría’.

Entendemos por sabiduría algo así como la experiencia vital.
La sabiduría es una capacidad humana que proporciona una comprensión profunda
de las conexiones internas de la naturaleza,
de la vida y de la sociedad.
Pero en nuestra Lectura, la sabiduría se representa como Persona.
Se habla de ella como ‘Yo’.
Se dice además que la Sabiduría de Dios es
“Hijo amado”, que Ella ha creado antes de todos
los tiempos y ha cooperado en la espléndida Creación de Dios.

Pero ¿ella misma es una criatura de Dios?
Sobre esto han reflexionado mucho los teólogos.
Pero los científicos del lenguaje dieron una indicación ayudadora:
En la traducción de nuestra Lectura se dice:
“El Señor me ha creado al comienzo de sus caminos.”
Pero en hebreo no está aquí la palabra que significa en el relato de la Creación’creado’.
El texto de nuestra Lectura del Libro de los Proverbios se debía reproducir más bien así:
Salí de Dios, el Señor,  antes del comienzo de sus caminos.”

Hay un llamativo paralelismo entre la Lectura
de hoy y el Prólogo del Evangelio de Juan.
En él se dice:
“Al principio era la Palabra
y la Palabra estaba en Dios.
Al principio estaba en Dios.
Todo se hizo por medio de la Palabra
y sin la Palabra no se hizo nada de lo que existe.”
(Jn 1,1-4)
En el Evangelio de Juan se equipara el ‘Logos’
con Cristo.
Y, en consecuencia, algunos artistas de la Edad Media en sus imágenes de la Creación representan
a Cristo como Creador, así por ejemplo el maestro
Bertram von Minden, uno de los grandes maestros del gótico, en su obra principal el Altar Grabower.

Si se leen juntos la Lectura de hoy y el Prólogo
de Juan parece que son intercambiables las palabras ‘Logos’ y ‘Sofia’/Sabiduría.
Por tanto, ‘Sofía’ también podría substituir a Cristo.
Pero ahora hay también una interpretación ancestral,
que considera la ‘Sabiduría’ como el ‘Espíritu Santo’ de Dios.
Ya los escribas judíos veían en la paloma un símbolo de la sabiduría – del mismo modo que en la tradición cristiana la paloma es un símbolo del Espíritu de Dios.
En el relato de la Creación se dice muy al principio:
“La tiniebla cubría el abismo
y el Espíritu de Dios aleteaba sobre el agua.” (Gn 1,2)
Por tanto, ya aquí está presente la sabiduría de Dios,
que es Dios mismo en acción.
Ahora también desde aquí la palabra de la Creación del ser humano es comprensible:
“Dios dijo: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza.” (Gn 1,26)
Él no dice: “Ahora Yo hago al ser humano”,
sino “Hagamos al ser humano”.
El plural es comprensible si Dios habla a otra persona que simultáneamente está en Él mismo.
Y también es comprensible lo que se dice
en el versículo siguiente:
“Por tanto, Dios creó al ser humano a Su imagen,
como imagen de Dios lo creó.
Como hombre y mujer los creó.”
Sólo como hombre y mujer es el ser humano imagen de Dios
¡El elemento femenino está en Dios mismo!
Esto es comprensible, cuando nosotros con toda
la tradición vemos en la ‘Sabiduría’ la fuerza creadora de Dios comprendida de forma femenina.
Como en alemán y en español,
también en hebreo y en griego la palabra ‘Sabiduría’ es un femenino.
Además en hebreo la palabra para ‘Espíritu’ es femenina: ‘ruach’.

No se puede rechazar totalmente que en los más antiguos tiempos del pensamiento patriarcal estaba en juego que ‘Sabiduría’ fuera substituida por ‘Logos’.
También en Occidente la traducción latina de ‘Espíritu’ hizo concesiones a esto:
del hebreo ‘ruah’, que es femenina, salió el masculino ‘Spiritus Sanctus’, el ‘Espíritu Santo’.

Resumiendo, quizás se pueda decir:
La inmensa plenitud de Dios halla, donde encuentra muy limitado el entendimiento del ser humano, 
su expresión en el enorme número de formas de manifestación, que nosotros denominamos Trinidad.
Nosotros nos inclinamos como seres marcados de forma racionalista a las así llamadas ‘tres Personas’ para delimitarlas claramente.
Un modo de contemplación bíblico difumina estos límites.
Los textos bíblicos reflejan al mismo tiempo la plenitud de Dios y Su unidad.
Pero tanto los textos bíblicos como también
sus penetraciones teológicas finalmente tienen
que capitular ante el misterio de Dios.
A este misterio únicamente podemos acercarnos adorando y con total gratitud.
Y ciertamente esto es lo que hacemos
cuando ahora celebramos juntos la Eucaristía.

Amén