Homilía para el domingo de Carnaval
10 Febrero 2013
Sobre el tema “Máscaras”.
Versión retocada y abreviada de una homilía de 2007.
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Yo espero, queridos hermanos y queridas hermanas,
que no blasfemaréis en seguida:

 

Máscaras en la casa de Dios –
para algunos quizás es una blasfemia.
Pero, por favor, fijaros con mayor exactitud:
¡En tales máscaras os ocultáis vosotros mismos!

La función más importante del bufón –
yo pienso que vosotros mismos la conocéis ya:
El bufón nos permite ver en el espejo
para que no confiemos demasiado en la máscara.

Más de uno tiene el deseo aquí en la tierra
de convertirse ahora finalmente en otro ser humano.
Y como no lo consigue porque no puede,
se pone rápidamente una máscara.
Y más de uno la lleva incluso con orgullo –
tanto hoy como durante todo el año.
No sólo más de uno – yo me atrevería a decir
que todos, llevarán continuamente la máscara
para que los demás maravillados les ofrezcan
su mayor estima:
La máscara de la decencia, de la integridad –
¡como si uno ya no tuviera ninguna falta!
La máscara de la pobreza, de la piedad,
como si siempre se estuviera preparado para el cielo.

Naturalmente sabemos que esto no es honorable.
Y, sin embargo, nos parece indispensable.
Desde tiempos inmemoriales ya parece existir
esta conducta.
Sencillamente se ve en la Biblia:
Ya en el Paraíso el demonio fue enmascarado.
Él fue, como sabéis en forma de serpiente:
“¡Seréis como Dios: sabios y poderosos!”
Ser más de lo que se es - ¡sería magnífico!

Al ser humano no le sienta bien el ser humilde:
querer ser más y parecer aún más.
Ya muy pronto, antes de que se equivocase
se sintió desnudo y totalmente sin máscara.
Y la moral de la historia:
¡la máscara no dura mucho tiempo!

Sin embargo, cuando nosotros examinamos
esto exactamente:
También Jesús quería ir disfrazado.
Él llega como hambriento, sediento
en todo aquel que no puede ayudarse.
Cuando el ayudar a este nos alegra,
quitándose la máscara, Él sonríe después alegremente:
“¡Lo que habéis hecho al más pequeño,
me lo habéis hecho a Mí –
tanto si es mujer u hombre!”

Por eso yo concluyo ahora de forma cortante,
que yo también me puedo enmascarar.
No todos los que hoy llevan máscaras
son hijos del demonio, no ¡por el contrario!
La máscara también puede ser un signo
de que reírse y estar alegre está de moda
y no sólo el derrotismo, que nos molesta a todos.
La alegría es bálsamo para este mundo.
Yo pienso que la alegría le gusta al Señor Dios.
Y los verdaderos cristianos aportan también hoy
alegría celestial entre la gente.

Por tanto, para terminar puedo atreverme
también a dar un buen consejo:
Poneos alegremente hoy vuestras máscaras,
pero pensad también a veces en el tiempo,
cuando después de los años caen a todas las máscaras aún tan hermosas, cuando nuestro verdadero rostro llegue a la luz del Juicio final.
 
Dejad nos proteger no sólo las máscaras, sino
lo que está dentro, lo que vale la pena cuidar
para que no nos fastidie después del último día la eterna resaca.

Las máscaras serán totalmente quemadas,
pero vosotros debéis poder mirar alegremente
la faz de nuestro Señor Cristo,
que es nuestra más profunda alegría.
Así lo deseo yo en Sankt Peter aquí:

¡Estad alegres hoy! También con jaleo.
Después se dice finalmente Aleluya.

Amén