Homilía para la Fiesta del Bautismo del Señor
Domingo 13 de enero de 2008
Evangelio: Mt 3,13-17
Autor: P. Heribert Graab S.J.
¿Les ha causado curiosidad el Evangelio?

Probablemente: no.
Porque:
1. Lo que se ha oído ya tan a menudo
no produce curiosidad.
¡Pues ya lo conocemos!
2. Además lo que hoy nos cuenta el Evangelio
es muy propio de la vida diaria -
en todo caso lo era entonces:
Innumerables personas se dejaban fascinar por este Juan.
Iban hacia él al Jordán.
Se dejaban bautizar.
¿Por qué no también Jesús?
¡No hay ningún motivo para la curiosidad!

Nos causa curiosidad lo inesperado,
lo enigmático, lo misterioso.
Por ello, estamos siempre confrontados
cuando Dios mismo entra en juego.

Y Él entra en juego
cuando se informa ocasionalmente
del Bautismo de Jesús:
* se abre el cielo,
* el Espíritu Santo desciende sobre Jesús
“como una paloma”
* y una voz dice “desde el cielo”:
“Tú eres mi Hijo amado,
Yo te he elegido.”

Este Evangelio es el documento más antiguo del misterio de la “Manifestación del Señor”.
Este misterio abarca no sólo el 6 de Enero,
por consiguiente el día en que nosotros en la actualidad celebramos la fiesta de la “Manifestación del Señor”.
Más tarde también se desarrolló por este misterio
nuestra actual fiesta de Navidad,
que celebramos el 25 de Diciembre.
La Iglesia oriental todavía celebra la Navidad
el 6 de Enero o bien, a consecuencia de los diferentes calendarios, en un día de este tiempo.

Con este misterio de la “Manifestación del Señor”
se pusieron y se ponen en la Iglesia diferentes Evangelios en conexión:
* En primer lugar, el Evangelio de hoy del Bautismo del Señor.
* Después el Evangelio de los Magos de Oriente,
(hoy en las Iglesias occidentales el Evangelio
del 6 de Enero.)
* así como el Evangelio de las bodas de Canáa
(hoy el Evangelio del Segundo Domingo del ciclo litúrgico C)
* y varios Evangelios de curaciones de enfermos
(hoy en varios días laborables del ciclo festivo)
* y finalmente el Evangelio del Anuncio de los ángeles a los pastores de Bethlehem.

En todos estos Evangelios se trata de la “Manifestación del Señor”,
por consiguiente, de la manifestación de la gloria de Dios en este mundo, en un ser humano y por medio de un ser humano – Jesús de Nazareth.

Por consiguiente, en todos estos Evangelios entra en juego Dios mismo.
* Y donde Él entra en juego
nosotros estamos confrontados con el misterio de Dios.
* Donde Él entra en juego, falla nuestro poder representativo.
* Donde Él entra en juego,
se exige demasiado de nuestro lenguaje humano para formular adecuadamente la experiencia de Dios.

Por consiguiente ¿qué sucede realmente en el Bautismo de Jesús?
Evidentemente no se puede tratar de un reportaje :
Las cámaras de los modernos reporteros no habrían podido retener nada del “cielo abierto”.
Los micrófonos, naturalmente, no recogerían la voz celestial.

Según el informe más antiguo,
que Marcos ha recogido del acontecimiento,
sólo al propio Jesús le ha caído en suerte esta experiencia de Dios.
Por más que Mateo y Lucas insinúan por el contrario que también los presentes comprendieron algo de esto.
Mucho más tarde el Evangelista Juan se refiere al testimonio del Bautista –
como si él hubiera hecho la experiencia de Dios.

Todos los Evangelios coinciden
en que Juan el Bautista tenía un “sexto sentido” para el misterio divino de este Jesús de Nazareth,
como también siempre indica este “sexto sentido”:
* como discurso profético;
* como experiencia mística
* o como fe ofrecida.

Evidentemente se trata en Juan el Bautista de una experiencia de fe indiscutida –en todo caso de momento.
Ciertamente ésta fue expuesta a impugnaciones
en una época más tardía y bajo otras condiciones.
y la fe de Juan tiene, como mínimo, esto en común con la nuestra.
Recuerdan:
Desde la prisión, Juan manda preguntar a Jesús:
“¿Eres Tú el que tiene que venir,
o tenemos que esperar a otro?”

Incluso Jesús vivía como hombre de la fe,
y verdaderamente de una fe,
que precisamente no estuvo libre de tentaciones:
Pensemos en la hora del huerto de los olivos
o en el desesperado grito de Jesús en la Cruz:
“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”

Sin embargo, al mismo tiempo, Jesús tenía la fuerza de su naturaleza divina,
de un modo muy diferente al nuestro,
unido con Dios de un forma mucho más interna e íntima.
Supuesto eso, la experiencia de Dios en el Jordán fue para Él algo absolutamente “natural”.

Como es tan frecuente en las experiencias de fe
también hay aquí ayudas de comprensión para nosotros, que parten de experiencias humanas sobresalientes:
¿No decimos nosotros en momentos especiales
- sobre todo en momentos de una arrolladora experiencia de amor –
“veo abierto el cielo”?

Y también usamos giros del lenguaje como “me siento en el séptimo cielo” o “ver el cielo abierto”
y frecuentes juegos de palabras como los del Evangelio de hoy.
Más aún:
Tales giros –si no se han dicho de forma superficial-
son totalmente comparables y con frecuencia también tienen como fundamento experiencias religiosas.

En todo caso, para Jesús esta experiencia de Dios en el Jordán significa un momento crucial decisivo de Su vida:
Desde este momento, Le resulta irrefutablemente claro lo que es para Él Su divina misión y la voluntad del “Padre”.
Finalmente esta experiencia de Dios y de Sí mismo en el Jordán Le da la fuerza para andar Su camino hasta la Cruz.

Pero ¿qué pasó con todos los demás que entonces estaban presentes en el Jordán?
Probablemente no han visto ni oído nada.
Y, sin embargo, como mínimo muchos de ellos percibieron algo esencial:
La fascinante personalidad de Juan
les ha permitió salir de su vida diaria,
les motivó a osar un nuevo comienzo de su vida
y a dejarse bautizar.

Ahora por Juan abren un acceso también a Jesús.
y experimentan por primera vez a este Jesús
y después continuamente
* cuando Él les habla,
* y cuando Él cura sus enfermedades
* y perdona sus pecados.

Experimentan Su irradiación divina.
Reconocen que habla y actúa con autoridad,
de forma muy diferente a los escribas, párrocos y teólogos.
Y muy pronto algunos se sienten llamados a su seguimiento fuera de la vida diaria de su profesión y también de su familia.
Y no pocos incluso arriesgan su vida por este Jesús de Nazareth,
en el que ellos reconocen al Cristo.

La última cuestión “curiosa” sobre el misterio de la “Manifestación del Señor”
nos concierne a nosotros mismos:
¿Dónde, cuándo y cómo se nos manifiesta hoy a nosotros la “gloria de Dios”?
¿Dónde, cuándo y cómo reconocemos el llamamiento divino y la meta de nuestra vida?

Para dar una respuesta a estas cuestiones,
recurro al pequeño libro de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola.
Ignacio menciona tres caminos para experimentar la cercanía de Dios y la llamada de Dios:

1. En primer lugar parte de forma muy natural de que también hoy tales experiencias de Dios inmediatas son posibles,
como las hizo Juan el Bautista y naturalmente sobre todo Jesús de Nazareth.
Para ello Ignacio cita ejemplos bíblicos como el llamamiento de Pablo ante Damasco, que Pablo mismo describe como “Manifestación del Señor”.
Ignacio podría recopilar otros ejemplos de la literatura y de la historia:
desde Agustín hasta Pascal y Paul Claudel.

2. En segundo lugar, para Ignacio hay una cosa clara, y es que se puede hallar una entrada para Dios sobre la base de una fe vital y cuidada en la oración
y que se pueden crear condiciones previas para una relación personal con Él.
Mencionemos esta actitud fundamental muy tradicional de la “piedad”.
Una tal piedad no forzada ofrece algo así como
un “sexto sentido” para el actuar de Dios,
ofrece –expresado con palabras de Ignacio –
“consolación” espiritual o “desolación”
así como “claridad” y “conocimiento”
para una configuración vital según la voluntad de Dios –
una manifestación más bien indirecta de la manifestación de Dios en mi alma.

3. El tercer camino de Ignacio para el conocimiento de Dios y de Su voluntad,
podría calificarse de discursivo.
También este camino presupone la disposición de abrirse a Dios y poner la propia vida en Sus manos.
Pero después se trata de usar nuestras capacidades naturales con gran libertad y abandono, sobre todo con libertad de prejuicios y de ansias egoístas
y con sosiego interior y ecuanimidad.

Para Ignacio era natural lo que Benedicto XVI no se cansa de predicar: que razón y fe no están contrapuestas,
que nosotros por medio de una “consideración” interior en armonía de fe y razón podemos acercarnos a Dios y conocer Su voluntad:
Decimos tranquilamente que en este tercer camino se trata de la “Manifestación del Señor” en la claridad de la razón iluminada por la fe.

En este sentido, nos deseo a todos como final del tiempo de Navidad la “Manifestación del Señor” navideña en el centro de nuestra vida diaria.

Amén.