Homilía para el Domingo del Bautismo de Jesús
11 Enero 2009
Lectura: Is 55,1-11
Evangelio: Mt 1,7-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Ya sólo cuelgan las piernas del hombre de Navidad
(Papá Noel)
fuera de la boca del cocodrilo.
El comentario el otro cocodrilo es:
“Entonces ¿las Navidades están ya bien terminadas?”

En todo caso, así se ve en un cartoon actual.
Y se puede ver en la ciudad,
que tiene razón ya hace mucho tiempo.

Nuestra Iglesia se toma más tiempo -
antes incluso hasta el 2 de Febrero,
fiesta de la presentación del Señor en el templo.
Ciertamente la Iglesia también se ha adaptado
un poco desde la reforma litúrgica al ritmo del tiempo litúrgico:
Desde entonces el tiempo de Navidad termina
con la celebración del Bautismo del Señor –
por consiguiente hoy.

Éste es otra vez un punto clave navideño:
En la primera cristiandad no estaba el Nacimiento de Jesús en primer plano,
sino Su manifestación en público
como el Mesías de Dios.
Por eso, el Evangelio de hoy
es el “Evangelio de Navidad” más antiguo,
más exactamente: El Evangelio más antiguo de la manifestación del Señor.

Verdaderamente este aspecto de Navidad
también sería para nuestra época de nuevo muy adecuado.
El público tiene en nuestro tiempo un gran significado.
“Public Relations” –
es una palabra clave no sólo de la economía,
sino de toda la sociedad moderna.
Y, en cuanto a la Navidad-
el marco íntimo y familiar
pierde cada vez más significado.
Navidad tiene lugar en público -
en verdad no siempre como una fiesta de Manifestación del Señor.

Las “relaciones públicas” de Dios son de otro modo,
Su revelación se manifiesta por medio de la actuación de Su Espíritu.
¿Recuerdan ustedes el relieve de la Anunciación de Würzburg del cuarto domingo de adviento?
El Espíritu de Dios en figura de paloma “susurra”
el alegre mensaje en el oído de María.
Así sucede la Encarnación de Dios,
Su autorevelación.
Quizás aquí también rige la palabra de Jesús:
“Lo que Yo os digo en la obscuridad,
decidlo vosotros a la luz
y lo que se os susurra al oído
anunciadlo desde los tejados.”
(Mt 10,27)

También tras la estrella que condujo al pesebre a los representantes de los pueblos,
se halla naturalmente la actuación de Dios.
Y en el Bautismo en el Jordán, se manifiesta Él
de nuevo, bajo la figura simbólica de la paloma
y anuncia –como también siempre- al público:
“Este es mi Hijo muy amado,
en el que tengo puestas mis complacencias.”
(Mt 3,17)

Nosotros hemos aprendido en nuestro tiempo, gracias a Dios a afrontar críticamente
las “public relations” y sobre todo la publicidad.
Por el contrario, Juan acepta –en todo caso al principio-, el mensaje del Espíritu de forma creyente y alegre.
Pero en el tiempo siguiente también se hace escéptico:
Evidentemente no sucede nada de lo que él,
como consecuencia de la manifestación de Dios, había esperado.
Así desde la cárcel manda preguntar a Jesús:
“¿Eres tú el que debe venir o tenemos que esperar a otro?” (Mt 11,3)

La respuesta de Jesús aclara que el Espíritu de Dios
sigue actuando y cómo Él actúa:
“Id e informad a Juan de lo que oís y veis;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan y se anuncia el Evangelio a los pobres.” (Mt 11,4 s)

El Espíritu de Dios endereza a través del actuar de Jesús de Nazareth, lo que ha caído en la Creación fuera de la plomada.
Él simpatiza con los venidos a menos,
con los discriminados, con los explotados,
con los pobres y con todos nosotros que estamos marcados por la muerte.

Por consiguiente, el actuar del Espíritu de Dios marca una renovación de toda la Creación.
Quien tenga ojos para ver y oídos para oír,
podría ya entonces y puede también en nuestra época hacer la experiencia:
La promesa de Dios, Su Palabra no vuelve vacía a Él,
sino que consigue lo que quiere,
y alcanza todo aquello para lo que Él la ha mandado.
(cf. Is 55,11)

Nosotros hemos leído hoy no por casualidad una Lectura del profeta Isaías:
Se le podría llamar, por así decirlo, el profeta de Navidad por antonomasia.
Es un soñador, un visionario que nos pone ante los ojos en imágenes fascinantes y bellas
la definitiva realización de la Creación.

Escúchenlo otra vez:
“¡Vosotros sedientos, venid todos a por agua!
También quien no tenga dinero, puede venir.
¡Comprad trigo, y comed, venid y comprad sin dinero,
comprad vino y leche sin pagar!”
Quizás recuerden ustedes también la Lectura
de la Noche Santa:
“El pueblo, que vive en obscuridad, ve una luz clara;
sobre aquellos, que habitan en la tierra de sombras,
brilla una luz.
Destruyes el yugo que pesa,
la pinga de nuestro hombro
y la vara del tirano.
Toda bota, que taconea de forma amenazadora,
todo manto, manchado con sangre,
será quemado, será pasto del fuego.” (Is 9,1 ss)

Naturalmente ustedes también conocen el famoso texto de Isaías:
“Entonces vivirá el lobo con el cordero,
la pantera se echará con el cabrito.
El ternero y el león pacerán juntos
y un muchacho pequeño puede guardarlos.
La vaca y la osa se hacen amigas,
sus crías se acostarán juntas.
El león comerá paja como el buey.
El niño de pecho hurgará en el agujero del áspid,
y en la hura de la víbora
el recién destetado meterá la mano.” (Is 11,6 ss)

Tales textos nos suenan a ilusorios –
ciertamente en vista de la actual situación mundial,
como la de la Franja de Gaza.
Pero Jesús en Su respuesta a Juan alude
a los textos de Isaías de este modo.
Jesús es algo muy diferente a un ilusionista.
Plenificado por el Espíritu Santo de Dios
y como “Hijo amado” de Dios
Él sabe con seguridad irrefutable:
Lo que Isaías anuncia,
y también lo que nosotros hasta el día de hoy imaginamos ha comenzado en Navidad con la manifestación de la gloria del Señor.

Ciertamente Jesús quiere –como Isaías en la Lectura de hoy– unirnos también a nosotros al proceso del Reino de Dios que crece:
“Buscad al Señor, mientras Él se deje hallar, llamadle mientras Él esté cerca.
El impío debe abandonar su camino,
el malhechor sus planes…
Él se vuelve al Señor…”

El Papa Benedicto XVI no se cansa de crear escucha hoy para las “relaciones públicas” de Dios;
por consiguiente, la revelación del Mesías,
del Salvador, del Príncipe de la Paz,
que se ha manifestado en este Jesús de Nazareth
y para anunciar insistentemente y con palabras conmovedoras el mensaje de paz navideño.
Merece la pena volver a leerse por su rabiosa actualidad
su gran e impresionante discurso de Año Nuevo
del jueves de esta semana
ante los diplomáticos de todo el mundo.

Yo sólo quisiera citar un párrafo de este discurso:
“En los meses venideros es muy importante
(quiere decir: en las elecciones pendientes)
que los dirigentes asuman el plan,
que sean capaces de estimular decididamente
el proceso de paz
y conducir a sus pueblos hacia una reconciliación
difícil pero irrenunciable”.

En tales palabras se halla también hoy la actuación del Espíritu de Dios,
que trata de abrirse camino en la manifestación del Señor y Su actuación por este mundo y por la paz y la justicia.

Amén.