Homilía para el Cuarto Domingo Adviento (B)
21 Diciembre 2014
Lectura: 2 Sam 7, 1-5.8b-12.14a.16
Evangelio: Lc 1,26-38
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Una frase clave del mensaje del ángel a María reza así:
Tu Hijo Jesús “será grande y será llamado Hijo del Altísimo.
El Señor Dios Le dará el trono de su padre David.
Él reinará sobre la casa de Jacob eternamente y
Su Reino no tendrá fin.”

Para ello el ángel retomará una expectación vetero-testamentaria del Mesías, que espera al Salvador escatológico del linaje de David, como hemos escuchado en la Lectura:
“Tu casa y tu reino subsistirán para siempre por Mí;
tu trono se afirmará para siempre.

Por eso, los primeros cristianos designaron a Jesús como el “Hijo de David”.
Con esto confesaban que este Jesús de Nazareth es Aquel, en el que se cumple esta promesa mesiánica.

Pero ¿qué significa en concreto esta promesa mesiánica?
Los seres humanos en tiempos de Jesús esperaban del Mesías que Él los liberase de la fuerza de ocupación romana y erigiese un estado de Israel fuerte con un verdadero Rey, no con uno como Herodes, que era Rey por la gracia de Roma.
Cuando Jesús, según los relatos de los Evangelios, era llamado a menudo “Hijo de David”, esto evocaba con frecuencia la idea de un Mesías político.
Incluso algunos de Sus discípulos parece que Le comprendieron así.

El propio Jesús tiene una clara idea abarcante de Su misión:
Al comienzo de su vida pública, Él resume de forma programática su misión mesiánica:
El Espíritu del Señor está sobre Mí,
porque me ha ungido para anunciar
la buena noticia a los pobres:
Me ha enviado a proclamar
la liberación de los cautivos
y a dar vista a los ciegos,
a libertar a los oprimidos
y a proclamar
un año de gracia del Señor” (Lc 4,18 s) –
por tanto, un año de remisión de deudas y
de liberación,
un año de un nuevo comienzo social y personal,
en el sentido de aquel origen, al que el propio Dios había tendido.

Jesús continúa:
“Hoy se ha cumplido la palabra de la Escritura,
que habéis escuchado.” (4,21)
Se ha cumplido en Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios encarnado.
Se ha cumplido en Adviento, con la llegada del ‘Redentor’, del ‘Liberador’, del ‘Salvador’.
Se ha cumplido en todo lo que Jesús dijo e hizo:
•    Él anunciaba un mensaje verdadero que libera y hace feliz.
•    Él curaba a enfermos y lisiados.
•    Él perdonaba con autoridad a aquellos que habían sido culpables.
•    Él integraba a marginados, refugiados, extranjeros…
•    Él se volvía a los pobres y en general a los ‘pequeños’.
•    Él venció incluso el poder de la muerte mediante la Cruz y la resurrección.

Desde aquel momento en que anunció:
“Hoy se ha cumplido lo que habéis escuchado,
desde ese momento se puso en marcha el proceso de la salvación:

Su mensaje se expandió por toda la tierra:
Personas que Le seguían actuaban como Él:
curaban, construían hospitales, cuidaban la cultura de la reconciliación, restablecían la paz,
se acercaban a la pobreza, al hambre y a todo sufrimiento corporal…

Este proceso de ‘salvación’ tiene una dimensión intramundana y, al mismo tiempo, significa participación creciente en la abarcante salvación de Dios y en la plenitud de Su vida que fluye ‘eternamente’.
‘David’ garantiza sobre todo la dimensión intramundana de la salvación.
Pero como ser humano es algo muy diferente a un ‘salvador’.
Pero para Israel se convirtió en santo por la ayuda, por la fuerza y por la fidelidad de Dios.

Dios realiza Su salvación por medio de David y
en general por medio de los seres humanos.
Dios realiza Su salvación en la historia y mucho más allá.
En Jesucristo, el ‘Hijo de David’, Él garantiza que Su historia de salvación se lleva a cabo a pesar de todas las limitaciones humanas y de toda maldad.
En Jesucristo, Él garantiza la plenitud de la salvación, cuya perfección tendrá lugar en el ‘Reino de Dios’, que Jesús no sólo anuncia,
sino que crea ‘ya’.

Este ‘Reino de Dios’ vence y supera de forma insospechada todos los reinos y poderes humanos,
también aquel reino de David, que en todo caso
puede ser un símbolo muy insuficiente para lo que
comenzó en el establo de Bethlehem.
Nosotros celebramos con razón este comienzo que ya no puede quedar en nada con una alegría jubilosa y liberadora de todos los temores
Amén.