Homilía para el Segundo Domingo de Adviento
del ciclo litúrgico C
, 6 Diciembre 2015
Evangelio: Lc 3,1-6
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El mensaje del Adviento aporta
- más que todas las demás épocas del año litúrgico-
rasgos humanos concretos:
No hablamos por casualidad de las ‘grandes figuras’ del Adviento:

+ En primer lugar pienso aquí en el gran profeta del Adviento
– en Isaías y en sus hermosas visiones, con frecuencia proféticas,
del Mesías que va a venir y del tiempo mesiánico de salvación.

+ Después se trata naturalmente de María, la madre de Jesús,
la madre del Mesías y del Dios Encarnado.
No se podría comprender este tiempo prenavideño sin el relato del anuncio del ángel y del encuentro con Isabel.

+ El Evangelio de este segundo domingo de Adviento y también del tercero, colocan cada año en el centro a Juan Bautista:
el ‘precursor’ inmediato del Mesías prometido.

+ Pero también algunos santos del tiempo prenavideño y
sus leyendas personifican el mensaje del Adviento.
Esto comienza con San Martín, en cuya fiesta el 11 de Noviembre, antiguamente empezaba el tiempo de Adviento.
Él pone la invitación a compartir
en el punto central de su mensaje de Adviento.

+ La fiesta de Santa Bárbara sigue el cuatro de diciembre.
Su mensaje es un mensaje de vida que germina incluso
en la oscuridad de aquella torre, que era su prisión.
Las ramas de Bárbara anuncian este mensaje de la vida nueva
hasta el día de hoy.

+ También Santa Lucía (13 de diciembre) pertenece a la fila de  mensajeras de Adviento:
Alrededor de su nombre se enredan muchas leyendas de luz
sobre todo en los oscuros inviernos suecos.

+ Pero, hoy 6 de diciembre, celebramos el santo más popular de Adviento:
¡San Nicolás!

También de él se cuentan muchísimas leyendas:
Su tema común es el cariño amoroso
o dicho en palabras del Papa Francisco:
el tema de la ‘misericordia’.

Una de estas leyendas de Nicolás es hoy de rabiosa actualidad
a la vista de los muchos refugiados que llegan hasta nosotros siempre del mar Mediterráneo y que se juegan la vida en el mar en botes inapropiados para tormentas y temporales.

Por tanto, yo hoy quisiera contar esta leyenda (según la redacción de Rolf Krenzer):

En la época en que Nicolás era Obispo de Myra,
llegaron marineros con sus barcos durante una terrible
tormenta en el mar Mediterráneo.
El cielo se puso obscuro y las olas se encrespaban.
La tormenta superaba el palo de la vela y la rompió en muchos pedazos.
Después también destrozó el mástil.
Las olas sacudían el borde de la barca
y pronto el barco se inundó.
En su emergencia los marineros pensaban en el Obispo de Myira
y gritaban fuerte: “¡Nicolás, ayúdanos!¡Nicolás, ayúdanos!”

De repente vieron un hombre extraño que estaba de pie
en el timón de su embarcación.
Él los saludaba de forma amistosa y tranquilizadora
y guiaba la barca de forma segura a través de la marea.
A pesar de la terrible tempestad alcanzaron la tierra firme.
Pero cuando bajaron el colaborador valiente y amistoso
había desaparecido.
Corrieron a la Iglesia de Myra
para agradecer a Dios su salvación milagrosa.
Pero quedaron muy extrañados cuando vieron allí al Obispo Nicolás.
Él y sólo él había sido, el que en la noche había conducido
con seguridad su barco a través de la tempestad.
Le dieron las gracias de forma desbordante y de todo corazón.
Pero el Obispo dijo: “Pensad en la historia de Jesús,
al que le obedeció la tormenta del lago de Genesaret.
¡Si confiáis en Jesús, nada malo os sucederá!”

Los marineros hicieron a Nicolás su patrono.
Y así hasta el día de hoy.
También aquí, en Colonia, está desde hace mucho de tamaño más que natural en la entrada del puerto antiguo.

Confiar en Jesús no significa de ningún modo,
esperar un milagro a ciegas y ‘resignadamente’.
También aquí es válido:
Dios necesita ‘nuestras manos y nuestros pies’,
para hacer valer de forma eficaz en este mundo y
en sus necesidades concretas
Su amorosa ayuda y Su misericordia filantrópica.

Él mismo lo ha enseñado a hacer en este ser humano llamado Jesús de Nazareth.
Y continuamente personas como Nicolás de Myra Le han prestado, por así decirlo, ‘sus manos y sus pies’.
Por ejemplo, hoy hacen este servicio de Nicolás los marineros de la vigilancia de las costas italianas
y a veces también marineros de cargueros totalmente normales
o incluso marineros de barcos de guerra.
Esto es verdaderamente un ‘milagro’ – un milagro de la humanidad.

Desgraciadamente también hay en la llamada ‘navegación cristiana’ con demasiada poca frecuencia tales ‘milagros’
y tanto más en la ‘política cristiana’.

También nosotros mismos como bautizados e incluso ‘creyentes’ cristianos metemos nuestras manos con
demasiada frecuencia en los bolsillos del pantalón
o las ocultamos detrás de la espalda-
en lugar de poner estas manos y todas nuestras capacidades
a disposición del Dios del amor y del Padre de la misericordia.

Quizás esto nos venga bien en el ‘Año de la Misericordia’,
que comienza el martes, para reflexionar sobre la misericordia de Dios y para dejarnos contagiar por ella – como un Nicolás de Myra cualquiera.

Amén.