Homilía del Primer Domingo de Adviento
del ciclo litúrgico A
27 Noviembre 2016
Lectura: Is 2,1-5
Evangelio: Mt 24,29-35
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Los textos bíblicos de este primer domingo de Adviento,
que es el comienzo del nuevo año litúrgico,
dirigen nuestra atención precisamente al final de los tiempos.
Pero desde el final nos ilumina una luz,
que da a nuestra vida una dirección, una meta
y no en último término esperanza para esta vida aquí.

En consecuencia se dice en el Profeta Isaías:
“Levántate y brilla, Jerusalem,
que llega tu luz.” (Is 60,1)
Y también la Lectura de Isaías hoy nos invita:
“Vosotros los de la casa de Jacob, venid,
caminemos en la luz del Señor.”

En el segundo plano de esta orientación y mensaje que suscita esperanza, nos acompañan a través del Adviento cada vez más luces en la corona de Adviento
hasta la plenitud luminosa de la fiesta de Navidad.

Silencio

Dos impulsos para la luz de Adviento:
1.    las 4000 luces en el campo de refugiados del artista Hermann-Josef Hack. (Adviento 2015 en Sankt Peter de Colonia).
2.    un relato de Andrea Schwarz.

Por tanto en primer lugar las 4000 luces del campo de refugiados:

Fueron expresión de confianza hace un año:
“¡lo conseguimos!” –
aceptar a estos refugiados (entonces 4000 en Colonia),
hospedarlos dignamente, ayudarles e integrarlos.

Silencio
Estas luces eran además testimonios de fe.
Recordaban el discurso del tiempo final de Jesús (Mt 25,31 ss):
“Lo que hayáis hecho a uno de mis hermanos y hermanas más pequeños,
a Mí me lo habéis hecho.”
En todo ser humano con necesidad,
nos encontramos al propio Jesucristo.
Él es la Luz, que da claridad a nuestra vida.

Para terminar la promesa de Adviento de Zacarías en el “Benedictus”:
“Por el amor misericordioso de nuestro Dios
nos visitará el sol resplandeciente que nace de lo alto,
para iluminar a los que están en tinieblas
y en sombras de muerte
y para dirigir nuestros pasos
por el camino de la paz.” (Lc 1,78 s).

Silencio

Después como segundo impulso el relato de Andrea Schwarz
“La otra luz”

Sucedió un fin de semana de Adviento el año pasado. En una casa de formación dirigí un fin de semana de meditación para estudiantes de teología.
Durante un trabajo de un pequeño grupo anduve despacio por la casa de la reunión.

En una sala resonó de repente una canción: “¡Una luz ilumina en la obscuridad”. Supe que aquel día tenía lugar, con independencia de nuestro fin de semana de meditación, una celebración de Adviento para ciegos.
Curioso me quedé de pie para saber si eran los ciegos los que cantaban esta canción. Después de la primera estrofa hubo silencio y a continuación una mujer leyó en alto el texto de la segunda estrofa y de nuevo se incorporó el estribillo: “¡Una luz ilumina en la obscuridad!”
Alguien abrió la puerta y abandonó el lugar, en el que los ciegos hacían la celebración y vi que había en las mesas cirios encendidos.

De repente me quedé pensativo: aquí estaban personas que, en sentido literal, viven en la obscuridad, sin ninguna esperanza de ver la luz.
Y cantaban la canción de la luz, que viene a su obscuridad.

¿Qué puede significar un texto así, esta canción para estas personas? ¿Qué quiere decir luz?
¿Qué representa la luz para una persona que no puede ver? Quizás con esta luz suceda lo mismo que con los cirios encendidos, que están ante los ciegos: tampoco pueden ver su luz, pero saben que queman y si se acercan con cuidado a esta luz, perciben su calor, quizás escuchen un suave crepitar cuando la llama titile en el viento. Yo puedo no ver la luz – pero tengo que tener confianza de que esta luz existe.

Yo he aprendido una nueva forma de confianza de estas personas ciegas. Una luz ilumina en la obscuridad – la luz ilumina también aunque yo quizás no la pueda ver, aún no la puedo ver.

Esta mañana encontré esta línea de poesía:
“Andar en la luz del Señor también es posible a obscuras,”

Silencio
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderar.es