Homilía para el Tercer Domingo del tiempo pascual
30 Abril 2.006
Evangelio: Lc 24,35,48
Autor. P. Heribert Graab S.J.
Algunas sugerencias de “Palabra de Dios” (Abril 2006) y LThK “Conocer”
Por favor, permítanme un breve retroceso
a la homilía del domingo pasado.
Yo dije hace una semana:
Los testigos oculares de las apariciones pascuales de Jesús entonces,
no nos han aventajado a nosotros,
los “nacidos después”.

Que el Crucificado viviese,
era para ellos tan enorme e incomprensible
como también lo es para nosotros hoy.
El paso hacia una fe pascual auténtica,
el paso hacia la confesión de fe de Tomás
“¡Señor mío y Dios mío!”
fue para ellos tan poco evidente como para nosotros.

Entonces como hoy, se trataba y se trata del mismo problema:
“Resurrección” significa una nueva vida regalada por Dios
en el “paraíso de Dios”, en el “cielo de Dios”, en el “ámbito de Dios”,
en “Su cercanía”, en “comunión eterna con Él”.
Observen que busco palabras
para una realidad última indecible.
“Resurrección” conduce al mundo de Dios totalmente diferente, ya no accesible para nosotros.

Pero esta realidad es indecible,
porque hace saltar el horizonte de nuestras experiencias
y porque nosotros nos podemos representar tan pobremente esta realidad como los discípulos entonces.
Sólo consta:
Ellos han experimentado -¡Jesús vive!
Y esta experiencia la han hecho después de ellos
–a través de los siglos otras innumerables personas-
comenzando por Pablo ante Damasco.

Así ya los escritores neotestamentarios estuvieron ante la insoluble tarea de formular con palabras lo totalmente otro de la Resurrección de Jesús.
El Evangelio de hoy es un intento semejante
de decir lo indecible.

Podría quedar claro sobre este fondo,
que no se puede tratar de un relato histórico.
Lucas formula más bien una confesión de fe
en imágenes y símbolos,
que necesariamente no corresponden a la
realidad indecible.
Él habla de “carne y huesos” del Resucitado,
como si Jesús aún tuviese su antiguo cuerpo terreno.
Pero ¡esto no es así!
Pablo dice sobre la Resurrección en el famoso capítulo 15 de la Primera Epístola a los Corintios:
“Se siembra corrupción,
resucita incorrupción.
Se siembra debilidad,
resucita fortaleza.
Se siembra un cuerpo terrenal,
resucita un cuerpo sobrenatural.” (1 Cor 15,42-44).

¡Naturalmente esto también lo sabe Lucas!
Pero para él se trata ya entonces de mantener firme frente a los escépticos:
La Resurrección de Jesús es “corporal”;
es realidad, no imaginación.

La idea de una Resurrección “corporal”
puede ser aún difícil de comprender,
pero mantiene firmemente algo auténtico y duradero.
La historia terrenal de Jesús por la Resurrección no se extingue ni se anula.
Resurrección no significa,
Su “alma” sigue viviendo en el mundo de Dios.
No, Él mismo, con toda Su historia terrenal
es salvado en la eternidad de Dios.
Aquí está el motivo de la esperanza cristiana:
Cuando ustedes me preguntan: Cree usted que nos volveremos a encontrar con nuestros amigos y nuestros seres queridos después de la muerte, yo digo desde un sincero convencimiento:
¡Sí, creo en ello!

Ciertamente no se trata de un volverse a ver
con nuestros ojos corporales actuales.
Se trata más bien de un volverse a encontrar
con ellos en el nuevo y muy diferente mundo
de Dios.
Yo me  mantengo firme en ello – aún cuando mis ideas capitulen.

Permítanme otra ayuda para comprender:
En los relatos pascuales se habla siempre del “conocer” en referencia al “no-conocer” al Cristo resucitado.
* Incluso María de Magdala no Le “conoció”,
sino que Le tomó por el jardinero.
* Los discípulos de Emaús Le “conocieron” en la fracción del pan.
* Y tampoco los discípulos en Jerusalem Le “conocieron”,
sino que tuvieron miedo de un espíritu.

“Conocer” – esto significa para nosotros ante todo y muy superficialmente,
* identificar personas,
* clasificar correctamente las circunstancias
* y mirar a través de las conexiones intelectuales.

El “conocer” bíblico significa más
y en primer lugar algo muy diferente:

* Ane todo la sede del conocimiento no está en el entendimiento sino en el “corazón”.
* Conforme a esto se comprende el conocimiento
en su totalidad:
* El conocimiento sobrepasa lo intelectual.
* El conocimiento es también ciertamente emocional.
* El conocimiento amoroso significa conocimiento personal.
(Recuerden, por ejemplo, las palabras de María al ángel de la Anunciación:
“¿Cómo puede suceder esto si yo no conozco varón?”)
* Conocimiento significa estar unido confiadamente –
por ejemplo, estar unido a Dios.
y éste estar unido a Dio conduce al conocimiento de Dios.
*Conocimiento de Dios es “sabiduría”,
es correcta praxis existencial,
es “temor de Dios” (respeto), que se muestra como tener conocimiento del único fundamento principal de toda vida.
* El conocimiento de Dios, según la Primera Carta de Juan, no hay que separarlo
del cumplimiento de los Mandamientos, de los preceptos de Dios.
* Y conocer a Cristo significa, según Pablo:
Tener una relación creyente con el Señor exaltado.
* Por el contrario, “ser conocido por Dios” significa:
Poder estar seguro de Su Amor salvador.

Esta comprensión lingüística bíblica de “conocer”,
quizás nos permite comprender mejor
por qué a los discípulos les fue tan difícil entonces el conocer al Resucitado
y por qué también a nosotros hoy nos es difícil.

Nosotros comprendemos entonces otra vez,
que los testigos oculares finalmente no nos aventajaron en nada.
Pero también podemos comprender mejor,
* qué alegría profunda hay en un auténtico
conocer pascual,
* cuán feliz podría hacer,
creer de forma verdaderamente pascual.

Esta dicha nos la deseo a todos en este domingo,
en el que celebramos otra vez y siempre la Pascua.

Amén.