Homilía para el Primer Domingo de Cuaresma (B), 1 Marzo 2009 |
Lectura: Gn 9,8-15 Evangelio: Mc 1,12-15 Con referencia a Carta Pastoral Cuaresmal del Arzobispo de Colonia, Cardenal Joachim Meisner. Autor: P. Heribert Graab S.J. |
La historia de Noé es algo
así como un segundo relato de Creación:
También en esta historia está al comienzo el caos – ciertamente un caos, que es en gran parte obra del ser humano, un caos, que se remonta a la maldad de los seres humanos y sobre todo a la violencia entre ellos y a una explotación brutal de la Creación de Dios. La historia de Noé habla de un nuevo comienzo, que Dios dispone, después de que casi todo ha quedado destruido por la marea de violencia. Esta segunda Creación sobrepuja a la primera, incluso de un modo altamente sorprendente: Pues ahora Dios cierra con esta nueva Creación expresamente una alianza de paz para siempre. Él mismo permanecerá unido para siempre a esta Creación – y a toda la Creación y a todos los seres vivos. Él mismo asume la garantía de que finalmente salga todo bien, que la justicia, el amor y la paz ganen definitivamente la supremacía – lo que también sucede siempre, y tantos seres humanos también venzan continuamente el egoísmo y la violencia. Él permanece inquebrantablemente fiel a esta Alianza con Su Creación. Como un hilo rojo se extiende esta fidelidad a través de todo el relato de Creación. Este relato es –a pesar de toda apariencia- historia de salvación ¡y no precisamente una historia de condenación! El Evangelio hoy señala el punto culminante insuperable de la Alianza de Dios con Su Creación y con los seres humanos. Se trata del “comienzo del Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios”. Por consiguiente, Marcos comienza su Evangelio no con los relatos de la infancia de Jesús, sino con el mensaje de Juan y con los primeros pasos de Jesús en público. Y ciertamente este comienzo es programático: Por la experiencia de Jesús en el desierto se ha puesto de relieve que él ha vivido con animales salvajes y que los ángeles Le habían servido, un contacto que apenas se puede abarcar con la vista en la promesa de paz del relato de Noé para toda la Creación: “Nunca deben ser exterminados de nuevo todos los seres de carne,” había dicho entonces. Esta vez Dios mismo se ha encarnado para “salvar” Su Creación y donarle la paz. Y después sigue muy extractado el “concepto” para el actuar salvífico del “Hijo del Hombre”: “Él anunciaba el Evangelio y decía: El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios – Su Reino de paz- está cerca. ¡Convertíos y creed el Evangelio!” El concepto de la primera nueva Creación en la época de Noé se esbozaba en un tiempo corto - la Escritura habla de cuarenta días- y depende de la promesa de Dios. Por el contrario, el concepto de la segunda nueva Creación necesita para su realización un tiempo muy largo, que quiere unirnos a todos nosotros y movernos a la “conversión”. Pero este concepto no vive sólo de la esperanza, sino que se ha convertido ya en una realidad irreversible en la Encarnación de Dios, en Su muerte en la Cruz y en Su Resurrección. Como se ha dicho, todos nosotros estamos unidos en el proceso de este nueva Creación, que en el comienzo ya es realidad, pero aún no realidad completa. Por el Bautismo y la Confirmación pertenecemos a Jesucristo, somos como miembros individuales de Su Cuerpo y todos juntos somos este “Cuerpo de Cristo”, Su Iglesia. No hay sólo un par de miembros especialmente distinguidos, sino que todos los miembros en el Cuerpo de Cristo son importantes e irrenunciables. La cabeza no puede decir a los pies no os necesito para nada. No, todos ellos tienen un servicio los unos para los otros y para realizar la renovación de toda la Creación. Más aún: todos nosotros somos realizados en el Bautismo y la Confirmación por el Espíritu de Jesucristo, por el Espíritu de Dios. Sobre toda la comunidad y sobre cada uno en particular fue derramado el Espíritu en Pentecostés. Todos los cristianos sin instruidos inmediatamente (sin intermediarios) por el Espíritu, conducidos, llevados y deben vivir según el Espíritu. Aquí se enlaza la Carta Pastoral de este año de nuestro Arzobispo. Como más de uno de nosotros, él está movido por la preocupación, de que la Iglesia, como “Cuerpo de Cristo” está hoy día en demasiados de sus miembros como paralítica y podría no dar ya abasto verdaderamente para su misión de cooperar con la obra salvadora de Cristo. Es comprensible que el Obispo se queje sobre todo de la actual falta de sacerdotes y que en su carta a las parroquias deje de lado todos los demás servicios para el Reino de paz de Dios. Todos nosotros compartimos el sufrimiento, * cuando sólo hay un sacerdote para cuatro, cinco o incluso más parroquias, * cuando cada vez más raramente se puede celebrar la Eucaristía y administrar los Sacramentos. En verdad, es indiscutible, * que la Iglesia vive de los Sacramentos y sobre todo de la Eucaristía, * que los miembros del Cuerpo de Cristo por los Sacramentos se aúnan en unidad entre ellos y con Él. Pero no es indiscutible la cuestión de si los criterios históricos de acceso a la vocación sacerdotal deben ser necesariamente así y no de otra forma. Por ello, debemos y tenemos que reflexionar mucho todos nosotros como miembros de la Iglesia. Pero, al mismo tiempo y de una forma realista, tiene que quedarnos muy claro que los cambios fundamentales en esta Iglesia necesitan mucho tiempo – bajo cierta consideración, gracias a Dios. Supuesto esto y a la vista de la necesidad de la época y de la necesidad de nuestra Iglesia en este tiempo ¡no debiéramos dejar solo al Obispo! Concretamente esto puede querer decir: * Nosotros nos acordamos en esta Cuaresma de que por el Bautismo y la Confirmación somos miembros del Cuerpo de Cristo, por consiguiente miembros de Su Iglesia. * Nosotros nos acordamos en esta Cuaresma de que todos nosotros y cada uno de nosotros en particular somos portadores de la co-responsabilidad en la renovación de la Creación y lo que esto concretamente quiere decir. * Nosotros nos acordamos en esta Cuaresma de que todos nosotros por el Bautismo y la Confirmación formamos parte del sacerdocio de Jesucristo y nos preguntamos qué consecuencias prácticas tiene esto. * Nosotros reflexionamos en esta Cuaresma que al mismo tiempo como miembros diferentes de un cuerpo, tenemos diferentes vocaciones para construir este Cuerpo de Cristo, la Iglesia. ¿Cuál es mi vocación? * Nosotros reflexionamos en esta Cuaresma que muy personalmente en nuestra familia, en nuestra parroquia y, en general, en nuestro entorno podemos contribuir a despertar, a hacerse consciente, a fomentar y a animar a los jóvenes a la vocación especial al sacerdocio o también a la vida en una orden religiosa. * También quisiera poner en su corazón en esta Cuaresma la Carta Pastoral del Arzobispo para leerla y meditarla con toda tranquilidad. De este o de aquel modo en comunidad con Jesucristo y en Su Iglesia aportaremos una contribución para la renovación de este mundo como Creación de Dios y como Su Reino de paz. Amén. |