Homilía para el Segundo Domingo de Pascua (B)
15 Abril 2012
Evangelio: Jn 20,19-20 (y Lc 24, 36-41a)
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Sugerencias sobre esto:
http://www.lachseminare.de/osterlachen.php
Innumerables personas se han deseado en estos días “Feliz Pascua”.
Probablemente han pensado poco sobre el verdadero motivo para la alegría pascual.

Hoy hemos escuchado en el Evangelio que los discípulos se alegraron cuando vieron al Señor.
Aún les calaba hasta los huesos el Viernes Santo.
Los invadía una tristeza sin límites.
Por temor a que les pudiese alcanzar a ellos
el destino de su Maestro,
habían atrancado las puertas.
Pero, de repente, con las puertas cerradas,
Jesús se puso en medio de ellos y les dijo:
¡Paz con vosotros!

Lucas, en su Evangelio, describe esta situación
de un modo un poco diferente-
probablemente más sincera.
Lucas dice:
“Estaban sobresaltados y asustados
porque creían ver un espíritu.”
Y Jesús se esforzó mucho por convencerlos:
“¡Soy Yo mismo!
Tocadme y entended que ningún espíritu tiene carne y huesos, como vosotros lo veis en Mí.”
Pero después también irrumpe en el relato de Lucas la alegría:
“Estaban asombrados y no podían creerlo a causa de la alegría.”

¿¿¿Algo les llama la atención???
¡¡¡Llega la alegría antes de la fe!!!
Para desarrollar la fe pascual aún necesitaba la joven Iglesia varios Concilios y muchos siglos.
Pero en el comienzo estuvo la alegría aplastante y muy natural por volver a ver al Maestro y Amigo.

Sobre el fundamento de esta alegría germinó poco
a poco la alegría pascual.
Desde la obscuridad del Viernes Santo no podía crecer ninguna fe;
desde el temor, ni siquiera;
y probablemente por la lectura de un catecismo tampoco-
hay que hallar muchas verdades profundas sobre Pascua.

En la Edad Media, la Iglesia aún confiaba en esta sentencia:
La alegría prepara el camino para la fe.
Por esta sentencia se practicaba la risa de Pascua,
la “risus paschalis”.
De un modo más o menos fantástico y creativo,
los párrocos intentaban relajar el estado de ánimo
de Viernes Santo en sus parroquias e incluso hacerlas reír, ya que en su vida diaria tenían pocos motivos para reír.
Esto se hacía según la divisa:
Quien ríe percibe la alegría de vivir y –así era la esperanza de la Iglesia entonces- es más receptivo al mensaje pascual, que promete la victoria de la vida sobre la muerte y anuncia la liberación de los seres humanos mediante Cristo Resucitado.
El reír afloja los músculos y hace más receptivo el ánimo.
Noticias, que unimos con una experiencia alegre,
las acogemos con gusto en nuestro vivir diario.

Visto así, adquiere un sentido incluso el deseo ampliamente secularizado “Feliz Pascua”.
Aunque no sea más que un fórmula cortés,
si procede de un corazón alegre y
comunica verdaderamente alegría contagiosa,
prepara tal vez el suelo para el núcleo del mensaje cristiano pascual.

En un entorno pascual creyente puede sonar
el saludo pascual como en los países eslavos:
“¡Cristo ha resucitado – En verdad, Él ha resucitado!”
Después, como consecuencia, sigue:
“¡Alegre Pascua!”
Pero en un mundo secularizado naturalmente tiene sentido decir de una forma vivida creíblemente y de modo sonriente  la expresión “¡Alegre Pascua! y para despertar la curiosidad por la causa de esta alegría añadir:
“¡Cristo ha resucitado – En verdad, Él ha resucitado!”

Cuando nosotros por este motivo estamos internamente llenos de alegría pascual,
la risa pascual adquiere un segundo y
más profundo sentido:
el teólogo de Tubinga Karl-Josef Kuschel opina que la Resurrección de Jesús se puede entender como “expresión de la risa de Dios sobre la muerte”.
Con la risa pascual hacemos coro
–como liberados del dominio de la muerte–
con la risa de Dios.
En el siglo XIX fue prohibida por edicto de la autoridad eclesial la risa pascual
como si en la Iglesia y sobre todo en Pascua no hubiera que reír por nada.

Hoy se ha descubierto de nuevo aquí y allá la risa pascual.
Yo mismo tendría la dicha en este año de celebrar una noche pascual, en la que la risa pascual tuviera de nuevo su lugar.
Yo encontraría bien, que pronto hubiera en nuestras iglesias y capillas una nueva risa pascual.
A fin de cuentas los cristianos somos personas alegres porque somos personas pascuales -¿o no?.

Amén.