Homilía para el Domingo de Ramos  Ciclo (A)
13 Abril 2014
Relato de la Pasión según Mateo (26,14-27.66)
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
(Ver también la homilía del Domingo de Ramos 2011)
Con el Domingo de Ramos comienza la Semana Santa.
Toda esta semana está marcada por el relato de la Pasión de Jesús y de Su muerte en la Cruz.

Textos del Nuevo Testamento y de la Tradición
de la Iglesia hablan de que Jesús entregó Su vida como ‘sacrificio’ para salvarnos de la maldición del pecado y de la muerte.
Para muchos de nosotros la ancestral idea religiosa de ‘sacrificio’ apenas nos resulta comprensible.
También son válidas como ideas centrales de nuestra fe ‘sacrificio de la Cruz’ o ‘sacrificio de la Misa’.

Quizás un Salmo que la Carta a los Hebreos pone incluso en boca de Jesús pueda contribuir a una mejor comprensión,:
“No has aceptado holocaustos ni sacrificios expiatorios.
Entonces yo dije: aquí vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad.” (Heb 10,6 s).
Esto naturalmente nos recuerda la palabra de Jesús en el Evangelio de Juan:
“Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado.” (Jn 4,34).
También recuerda la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní:
“Padre mío, si es posible aleja de mi este cáliz.
Pero no se haga mi voluntad sino la tuya.”
(Mt 26,39).

Según el relato del pecado original en el primer libro de la Biblia, la muerte es consecuencia de la rebelión del ser humano contra Dios:
“Por medio de un solo ser humano,
es decir por Adam,
entró la muerte en el mundo.”
Pero también es válido afirmar:
“Por medio de un solo ser humano,
es decir, por medio de Jesús,
fue transformada nuestra muerte en Vida nueva.”
En el lugar de la rebelión humana contra Dios,
coloca Él Su disponibilidad sin límites
para cumplir la voluntad de Dios.
Incluso entonces para Jesús la voluntad de Dios continuó siendo la única pauta de Su vida,
cuando la rebelión humana contra Su mensaje de amor
y contra Su vida le ‘rechazó’ con la Pasión y la Crucifixión.

¡La Pasión y la Crucifixión, el sacrificio de una vida humana, la muerte cruel de Su Mesías, todo esto no es voluntad de Dios!
¡Todo esto es la perversa voluntad del autoritario ser humano!
Pero la voluntad de Dios es que Su amor a los seres humanos supere toda la arbitrariedad humana.
Para hacer patente de forma definitiva el amor de Dios en este mundo Jesús fue “obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.

Este “no se haga mi voluntad sino la tuya”
-hasta la última consecuencia de Su muerte en la Cruz-
fue y es el único ‘sacrificio’ que salva,
una ‘entrega total’ de la propia voluntad y
como consecuencia de ello también la entrega de la propia vida.

Comenzando por la mayoría de Sus discípulos hasta los mártires de nuestros días son innumerables los cristianos que han seguido a Jesús por este camino del amor sin condiciones.
A este camino del seguimiento de Jesús también estamos llamados nosotros, aunque nuestro seguimiento probablemente no nos exija la entrega de nuestra vida.
Pero todo el que se sabe obligado por la voluntad de Dios y por Su amor, con frecuencia provocará el rechazo de este mundo.
Casi diariamente oramos: “¡Hágase tu voluntad!”
¿Lo decimos en serio?

Amén.