Homilía para el Jueves Santo
2 Abril 2015
Tema: Jueves Santo como el primer día de las ‘tres jornadas pascuales’
Autor: P. Heribert Graab, S.J.
Esta noche comienza la celebración de los tres días pascuales, que forman una unidad indisoluble,
que está totalmente marcada por Pascua.
El Introito de esta Misa de la Última Cena
anuncia ya:
“Nos gloriamos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo; en Él está nuestra, resurrección y vida.
Mediante Él estamos salvados y liberados”.

Por tanto, esta noche celebramos una comida pascal.
Cuando celebramos esta comida pascual es ya hoy
y siempre diariamente un signo sacramental de aquel convite celestial, al que estamos invitados en la plenitud del Reino de Dios.
Esto se nos indica en la oración final.

Al mismo tiempo esta comida –no sólo en Jueves Santo– recuerda la comida pascual nocturna,
que hace mucho tiempo
precedió inmediatamente a la salida de Israel hacia la libertad.

De este modo la liturgia de hoy recorre un gran arco de la historia de salvación desde la salida de Israel de la esclavitud de Egipto hasta el centro pascual de la historia de la humanidad,
que en estos días celebramos,
y desde allí a la perfección de la historia en la plenitud de los tiempos.

Uno de los antiguos tapices del hambre de Misereor
hace evidente este arco de la historia de salvación:
 

Tapiz del Hambre del artista de Haití Jacques Chéry del año 1982.
Este tapiz estira el arco incluso aún más.
Desde la primera creación de Adam y Eva
hasta la nueva Creación mediante Jesucristo.
Este arco totalmente abarcante de la historia de salvación se transforma en siete coloristas arcos iris
de la Alianza de Dios con los seres humanos.

En el centro la imagen del Viernes Santo de la Cruz.
Por una parte es muy actual para el odio, la violencia, el terror y la guerra.
El mismo Cristo, que cuelga arriba de la Cruz,
se hunde abajo en el obscuro ámbito del ‘diluvio universal’ bajo los palos de los soldados.
Pero, por otra parte, el pintor también conoce la palabra de Jesús:
“Si el grano de trigo no muere (en la tierra obscura)
no dará buen fruto” (Jn 12,24)
De este modo, para él la Cruz de Jesús es el árbol de la vida, cuyas raíces llegan a la obscuridad profunda,
pero después da una variedad de frutos multicolores enormes, frutos de la vida pascual.

Un niño pone en la mesa todo un cesto de estos frutos, en el que Jesús es el propio anfitrión de la comida celestial.

Por tanto, los tres motivos de los días pascuales
impregnan este Tapiz del Hambre de Haití:
La comida, la Cruz y la vida pascual.
Todos estos tres motivos se deletrean en las imágenes individuales:
El motivo del Viernes parece dominar las obscuras escenas que están debajo.
Abajo, a la izquierda, están bajo el bote de los refugiados;
encima el entorno es destruido por gentes con picos;
en el centro, bajo escenas de guerra y de violencia;
a la derecha un hormiguero de seres humanos unos contra otros, que quieren ir hacia arriba.

Pero bien entendido:
Jesucristo, por medio de la Cruz se convierte en el árbol de la vida, de esta vida en medio de la cual siempre está presente Jesús, el portador de la salvación, entre los seres humanos en necesidad:
En el mar Mediterráneo, Él se sienta con ellos en el bote de los refugiados;
para el mundo maltratado Él es el portador de la paz;
Él mismo se convierte en víctima de la violencia;
y contra los poderosos y codiciosos actúa como lo hizo en Su época contra los traficantes del Templo.

Este Jesucristo responde por la vida, entre aquellos para los que es demasiado corta.
La comunidad de mesa con Él es una comunión fraternal de personas de todos los pueblos y razas.
La escena de arriba a la izquierda muestra:
La inalienable dignidad del ser humano,
se puede resaltar por Su mediación.
El pintor del tapiz del hambre ve el desarrollo de la Ley divina del Sinaí en el Sermón de la Montaña de Jesús
y en la declaración de los derechos humanos igualmente como frutos del árbol de la vida pascual.
En nuestro mundo es verdaderamente Pascua donde sucede lo que Dios ha prometido por medio de Jeremías:
“Pondré mi Ley en su interior; la escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Ya no instruirá uno a otro.”(Jr 31,33-34)
Deseemos en estos días pascuales
unos a otros y al mayor número posible de personas, que nos encuentren, y si es posible a ‘todo el mundo’, que la Pascua también hoy se haga patente,
que los frutos de la vida y del amor de Jesucristo
definitivamente maduren en medio de nosotros y en cada uno en particular.

Amén