Homilía para el Tercer Domingo de Cuaresma (C)
28 Febrero 2016
 
Evangelio: Lc 13,-9
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Como buenos cristianos informatizados todos tenemos naturalmente un archivo con el término ‘misericordia’.
Por ejemplo, allí está archivada la parábola del Padre Misericordioso o la parábola del Buen Samaritano.
Pero ¿buscamos en este término también la parábola de la higuera infructuosa?
¡Probablemente no!

En el término ‘higuera infructuosa’ nos invade
lo contrario de la misericordia:
¿No maldijo Jesús la higuera cuando sólo encontró en ella muchas hojas, pero ni un solo fruto?
Y ¿no se asombraron los discípulos de las medidas
para que esta higuera infructuosa se secase en el acto? (Mt 21,18 ss)

De forma semejantemente inmisericorde suena por primera vez en Lucas la parábola de la ‘higuera infructuosa’, que acabamos de escuchar en el Evangelio:
“Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no encuentro nada. ¡Córtala! ¿Para qué va a cansar la tierra?”Pero entonces el viñador se atrevió a protestar:
“Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono. ¡Quizás dé fruto en adelante!”
Esto suena de forma muy diferente: “¡Dale todavía una oportunidad!”

Y justamente en esto se halla en mi opinión
un aspecto esencial de la misericordia:
Darle al otro una oportunidad y esto ¡siempre el mayor número de veces que sea posible!
Respecto a esto se me ocurre la pregunta de Pedro:
“Señor ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando peca contra mí? ¿Siete veces?”
La respuesta de Jesús sorprende – no sólo a Pedro sino también a nosotros – “No sólo siete veces sino setenta veces siete.” (Mt 18,21-22)

En este intercambio de palabras entre Pedro y Jesús se trata de perdón.
Y ‘perdón’ naturalmente se puede encontrar en nuestro archivo bajo ‘misericordia’.
La parábola de la ‘higuera infructuosa’ va más allá claramente:
Esta parábola sugiere no sólo perdonar al otro,
sino también ayudarle con todas las fuerzas a dar frutos – expresado en imagen:
Cavar la tierra a su alrededor y echar abono.

Concretamente quiere decir creer en el otro, en sus capacidades y en su buena voluntad y ayudarle en el desarrollo de todo lo que se oculta en él.
También significa concretamente mirar al otro con buenos ojos, confiar en que aquí pueda crecer algo;
Y significa: poner en ello mucha paciencia.
¡Todo es paciencia!
Ciertamente en el año de la misericordia y sobre todo en el tiempo cuaresmal se ofrecen muchas posibilidades para configurar con nueva amplitud  nuestra relación mutua, en la familia, en la orden religiosa, en el vecindario, también en el trabajo y en todas partes donde convivamos con personas.

Pero más allá del marco personal esta parábola también tiene consecuencias decisivas para nuestra vida en sociedad y para nuestra responsabilidad política.
Dos ejemplos:

*Naturalmente en la actualidad es obvia la problemática de los refugiados.
Naturalmente aquí se propone la cuestión de hasta qué punto nosotros, como sociedad, damos frutos de misericordia.
Finalmente está en el centro de una fe vivida cristianamente el amor al prójimo, que está unida indisolublemente al amor de Dios.
Todos sabemos que para Jesús ‘el amor al prójimo’ abarca incluso el ‘amor a los enemigos’ y naturalmente tanto más el ‘amor a los extranjeros’.
En consecuencia, desde el principio en la praxis vital de las comunidades cristianas, la hospitalidad tuvo una enorme importancia.

Por tanto, si parte de nuestra sociedad (no sólo en Sajonia) lesiona masivamente esta hospitalidad,
predica y practica el odio,
provoca incendios intencionados,
esto quiere decir no sólo:
¡Que no queremos dar ‘frutos’ en el sentido de la parábola!
También significa que en una sociedad secularizada nos distanciamos radicalmente de todo lo que concierne a humanidad y carácter humanitario.
El discurso de una justificación del ‘occidente cristiano’ se convierte en una mentira resbaladiza.
Espontáneamente se sugiere en el lenguaje de la parábola la disposición del dueño de la viña:
“¡Sencillamente ‘tala’ esta infructuosa higuera!”

Pero en el sentido del viñador, por tanto, en el sentido de Jesús, debiéramos hacernos de forma intensiva esta pregunta:
¿Cómo se puede en esta situación concreta “cavar y abonar la tierra”?
Y ¿cómo podemos contribuir a ello?

Un segundo ejemplo para la dimensión política de la parábola está en estrecha conexión con el segundo ejemplo.
Dice así: “¡Quien siembra armas, cosechará fugitivos!”
Según el informe más reciente sobre exportación de armas, Alemania ha descendido del tercer lugar al quinto;
pero, en números absolutos ha aumentado la exportación de armas alemanas.
Esto crea puestos de trabajo y arrastra impuestos
a las arcas públicas.
Todos nosotros nos aprovechamos de estos ‘frutos’.
¡Sólo que estos frutos son venenosos y mortíferos!
Y esto a la postre es peor que no dar ningún fruto.
También aquí está la cuestión:
¿Qué nos recomendaría el viñador Jesús como sociedad para curar y con ello salvar a la higuera con frutos venenosos?

Estos dos ejemplos actuales de la situación de los refugiados y de la exportación de armas
ponen claro ante mi vista:
También la responsabilidad política tiene que estar marcada por la misericordia en el sentido de la parábola de la higuera.

Además estoy convencido de que no tendremos éxito en nuestra sociedad y en el mundo en crear paz
si la parábola de la higuera infructuosa no la comprendemos también en la vida pública como una parábola de misericordia y la llenamos con vida.

Amén.
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