Homilía para el Domingo Vigésimo Primero del Ciclo Litúrgico A
21 Agosto 2.005
Evangelio: Mt 16,13-20
Autor: P. Heribert Graab S.J
Jornada Mundial de la Juventud en Colonia.
Todo el mundo – y sobre todo estos periodistas preguntan:
¿Quién es verdaderamente este Benedicto XVI?
Y ¿por quién le toman las gentes?
Y ¿por qué los jóvenes se dejan entusiasmar por él?
 
Ellos dicen:
Es un académico, un teólogo, un hombre de despacho.
Es una persona tímida, que intenta introducirse en el papel de una estrella de Pop,
como lo fue su predecesor.
Es un archiconservador
o incluso el gran Inquisidor
 
Todos ellos ponen del revés el Evangelio del domingo de hoy:
Preguntan por Pedro.
Ninguno de estos chupatintas o fetichistas del micrófono preguntan por el “Hijo del Hombre”,
ninguno pregunta por Aquel, detrás del cual
Benedicto XVI, quisiera pasar muy a segundo plano:
Ninguno pregunta por este Jesús, el Mesías, el Cristo.
 
Pero ciertamente los jóvenes de todo el mundo
aventajan a la mayor parte de los periodistas:
Aún cuando corean  “Benedetto” –
en su mayoría  han hecho como peregrinos
el camino hacia Jesucristo.
“Hemos venido para adorarLe”.
Éste no es sólo un lema de la Jornada Mundial de la Juventud “dictado desde arriba”.
Esconde para muchos de los visitantes de la Jornada Mundial de la Juventud
el convencimiento o como mínimo el presentimiento de que este Jesucristo les puede dar orientación y apoyo para su vida.
 
Pero esto sencillamente no pueden ni quieren captarlo muchos medios de comunicación.
Pertenecen a aquellas “gentes” del Evangelio
que tienen preparadas mil respuestas para la pregunta sobre el Hijo del Hombre:
Para ellos es un fundador de una religión entre muchos.
También puede haber sido un profeta o una buena persona.
Quizás un pacificador
un predicador ambulante, que soñó con el amor y la justicia entre los seres humanos.
 
Sólo la única y auténtica respuesta no se les ocurre,
la respuesta de Pedro o también la respuesta de Benedicto:
“¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!”
 
¿Y los jóvenes con sus gritos de Benedetto?
En los medios de comunicación se rompen la cabeza en vano
sobre lo que ellos pueden hallar en este Papa.
 
¿Es verdaderamente tan fuera de lugar aceptar
que ellos han comprendido el Evangelio?
Que ellos ven en el sucesor de Pedro
al fiel testigo de Jesucristo
y con ello ven la “Roca”,
que les ofrece con su mensaje suelo firme
sobre el que construir la casa de su vida.
A causa del “culto a la personalidad” –
Benedicto es como Pedro
o también como Juan el Bautista,
que en el altar de Isemheim señala con un largo dedo hacia Jesús.
El “largo dedo” de Benedicto se hace visible
 p.e. en las palabras:
“¡Abrid vuestros corazones ampliamente a Dios!
La felicidad que buscáis y que también a vosotros os incumbe,
tiene un nombre y un rostro-
el rostro de Jesús.”
 
¿Dónde sino ven los jóvenes a tales personas?
Sobre todo en los países del Tercer Mundo tienen que tratar predominantemente con políticos corruptos y explotadores capitalistas.
Incluso aquí, entre nosotros, en Alemania,
donde antiguamente – hace mucho, mucho tiempo
se irguieron virtudes “prusianas”,
se generaliza cada vez más la corrupción.
Políticos de todos los colores ponen
sus banderines según el viento y
miran de reojo el resultado de las próximas elecciones.
Sus programas y sus promesas son apenas de tan poco valor como el papel sobre el que están escritas.
¿¿¿Quién podría construir sobre esto???
 
Probablemente muchos de los jóvenes de Colonia desde hace mucho no están de acuerdo con todo lo que Benedicto dice.
Pero él dice lo que dice precisamente con aquella autenticidad –sea oportuna o inoportuna- que defiende la causa de lo que dice.
Y probablemente esto es esencialmente más atractivo para los jóvenes
que aquella verborrea con la que otros pretenden su favor o su voto.
 
También los autores del GT (1) están ante el fenómeno Benedicto más o menos perplejos.
Pero en un artículo del viernes se cita al menos a una quinceañera que da en el clavo.
Su impresión de Benedicto es:
“Sencillamente no dice a los jóvenes,
vosotros sois estupendos, pero me deja tranquila.
Él no se congracia.”
Ciertamente con ello, este sucesor de Pedro es bien acogido entre los jóvenes.
Sencillamente no parlotea
de lo que algunos Public Relations piensan,
que ellos quieren oír.
Los reta y los cree capaces de algo.
 
Pero ciertamente aquí también se une de nuevo la incomprensión de muchos periodistas:
Evidentemente los jóvenes no dicen Sí y Amén
a todo lo que para el Papa es irrenunciable.
A menudo se desvía también su praxis existencial de lo que el Papa pide –
y no sólo en el campo de la sexualidad,
que los medios sociales siempre de nuevo arrastran al punto central –
como si se tratase aquí del núcleo de la fe cristiana.
 
Yo pienso que estos medios sociales lo hacen demasiado sencillo, cuando p.e. escriben en GT:
“Los veinteañeros se crean un Patchwort
del canon de valores,
en el que el Papa es el símbolo de su fe personal –
como si su propia espiritualidad
estuviese en la línea del Papa.
 
Si se tratase de cristianos evangélicos,
algunos de los periodistas tomarían parte rápidamente en hablar de la
“libertad de un cristiano”.
Pero aquí ahora se trata de católicos
y se parte muy evidentemente de que tendrían que dejar su conciencia en el guardarropa del Vaticano
y alinearse absolutamente en la posición del Papa.
 
Con este encajonamiento mental los autores se encuentran en una vía totalmente falsa.
Para constatar esto no se tiene que recurrir de ninguna manera a una teología posconciliar moderna.
La vieja teología moral “polvorienta”,
que yo aprendí,
tiene mucho conocimiento de la mayoría de edad
de los cristianos católicos
y coloca la propia decisión de conciencia
-incluso de una conciencia errónea-
sobre cualquier otra autoridad eclesial.
 
Por consiguiente, también debiéramos respetar la decisión de conciencia de los jóvenes
¡como lo hizo muy bien Benedicto XVI!
Y allí donde quizás no se trata aún de una decisión de conciencia, sino únicamente de comodidad
o de la dependencia de modas y tendencias,
allí debiéramos nosotros arrepentirnos y preguntarnos dónde teoría y praxis de nuestra fe también hacen aguas abundantemente.
 
También para un cristiano católico rige
que tiene derecho a cometer errores.
Y es válido convencer y mejorar mediante argumentos a las personas que se equivocan.
Quizás Josef Ratzinger cometió aquí y allá errores como Prefecto de la Congregación de la Fe
-en todo caso en aquello que apremiaba “hacia fuera”-
al colocar la autoridad por encima de los argumentos.
Pero, al fin y al cabo, también él tiene derecho a cometer errores.
Sin embargo, yo tengo la impresión
de que él como Papa va a aprender con ello.
Concedámosle esto.
 
Más aún:
Concedamos al Espíritu Santo,
que Él puede cambiar a las personas –aún cuando ya sean mayores,
y tanto más cuando Él las llama al oficio de Pedro.
Al fin y al cabo, Jesús ya dijo a Pedro:
“No te lo ha revelado ni la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en el cielo.”
 
Amén.
 
(1) GT: Diario de Göttingen