Homilía en el
Décimo Quinto Aniversario de la existencia de la 17 Septiembre 2.005 |
Evangelio:
Lc 14,12-24 Autor: P. Heribert Graab S.J |
Así también esta parábola del gran banquete. Pero, ¿quién dice que por eso se tengan que emprender vuelos religiosos de altura para interpretar semejante parábola? Para comprender las palabras de Jesús, es razonable en primer lugar estar muy sólidamente con los pies en la tierra. Aquí se trata de la invitación a una comida festiva, como de costumbre –hoy como entonces. Se pule la lista de los invitados: * ¿Quién debe ser invitado imprescindiblemente? * ¿Quién se cuenta entre nuestro círculo de amigos? * ¿Quién puede prestar un mayor esplendor a nuestra fiesta? ¿Según qué criterios invitamos cuando celebramos una fiesta? Jesús nos pone en la mano criterios como cristianos: ¡No invitéis (sólo) a aquellos de cuya invitación os prometéis algo! Invitad más bien a los pobres, lisiados, cojos, aunque ellos no – o ciertamente porque ellos no- pueden devolver. Concretamente estamos en la parroquia siempre de nuevo ante el problema de qué invitados tienen que ajustar entre sí * ya que, de lo contrario, diferencias demasiado grandes causan tensiones, * que nosotros quizás nos forjamos problemas irresolubles, * que, eventualmente, incluso se podría reventar toda la fiesta. Debiéramos preguntarnos a nosotros mismos * ¿si no exageramos demasiado a menudo el valor de tales puntos de vista dignos de tenerse en cuenta, * si no preferiríamos quedar entre nosotros, * si para nosotros el propio círculo de personas con las que estamos familiarizados es más importante que los criterios de Jesús? Por lo demás tales preguntas no sólo son apropiadas cuando se trata de la organización de una fiesta. Uno de los invitados de la Casa de Comidas decía este día en el coloquio del Diario de Göttingen: “Éste es el único lugar en la ciudad, del que no somos expulsados”. Ha dado en el clavo. Yo mismo he experimentado en los casi veinte años de actividad en Göttingen cómo estas personas fueron expulsadas en primer lugar de la plaza de Jacobi, como después, poco a poco, fueron desmontados todos los asientos que invitaban al diálogo en el casco de la ciudad – en primer lugar delante del antiguo ayuntamiento y en la calle Weende, y después también en el Wochenmarkt y en la calle Kurze. Evidentemente también los comerciantes afectados tienen intereses fundados, que hay que tener en consideración. El Evangelio no contiene ninguna solución universal para tomar en cuenta tales intereses fundados. Pero ¡los criterios del Evangelio son válidos también para la solución de los problemas municipales! Por consiguiente, la pregunta es si verdaderamente siempre de nuevo tienen que caer debajo de las ruedas aquellos, que verdaderamente no juegan ningún papel como clientes o consumistas, pero que como personas, prójimos y ciudadanos de esta ciudad tienen derecho a vivir aquí – también allí donde “la vida hierve”, precisamente en el casco antiguo. Por lo demás esto también es válido cuando su estilo de vida se aparta de las tradiciones burguesas. Por este motivo, no en último lugar, nos hemos decidido hace quince años a fundar la Casa de Comidas de St. Michael. Mentiría, si afirmase que la parroquia de St. Michael estuvo en su totalidad entusiasmada por esta decisión. Pero yo estoy agradecido de corazón al Consejo Parroquial y a la Junta Directiva Eclesial de que hayan compartido este proyecto, desde el principio. Pero, sobre todo estoy agradecido a las muchas colaboradoras y colaboradores, que durante muchos años han desempeñado el servicio diario de mesa. Proceden de esta parroquia, pero también de toda la ciudad. ¡Y algunos de ellos están presentes desde la primera hora! También las y los innumerables bienhechores dan testimonio de que también en nuestra sociedad hay personas que se quieren orientar por los criterios de Jesucristo. Además han contribuido esencialmente a que la Casa de Comidas haya cumplido quince años - aún cuando hemos tenido que recurrir a las reservas repetidas veces en los últimos años. Pero esto todavía puede cambiar en este año, por ejemplo con ayuda de la colecta de esta Misa. En el pasado la policía dirigió un itinerario en zig-zag. Hubo intermitentemente el intento de expulsar a nuestros invitados también de la calle Turm. Después este intento terminó en el vallado con la protesta de las escuelas contiguas. De este modo nuestros invitados regresaron de nuevo muy pronto y, desde entonces son más o menos tolerados. En la ciudad de Göttingen hemos experimentado desde el principio apoyo, aunque la presión del público repercutió de forma negativa en la ciudad intermitentemente. Entretanto – pero esto ha durado quince años – estamos en el camino de realizar con la ayuda de la ciudad una buena solución. Con ésta podremos entonces vivir esperanzadamente todos los interesados: En un espacio eclesial construye la ciudad una sencilla toilette, accesible públicamente, que también es atendida por la ciudad. Al mismo tiempo deben instalarse bancos frente a la vieja muralla, que hagan posible a nuestros huéspedes una permanencia humana cerca de la ciudad. Esperamos que estos planes ampliamente desarrollados, ya en este otoño puedan hacerse realidad. Por consiguiente, cuando invitamos a la Casa de Comidas a personas de las “calles y callejas de la ciudad”, de las carreteras y de los “cercados y setos”, hoy tenemos la benevolencia o, como mínimo, una considerable tolerancia de todas las partes respectivas. Me alegro sobre todo de que en los últimos tiempos la colaboración con nuestros vecinos de la calle Kurze haya sido muy constructiva. La conjunta y positiva experiencia del tiempo de construcción del mercado del grano ha contribuido mucho a ello y - permítanme mencionar expresamente - el compromiso caritativo del Baudezernente de esta ciudad. Todas estas experiencias con la Casa de Comidas tienen que ver con el inmediato plano narrativo del Evangelio de esta Misa. Sin arriesgar un verdadero vuelo de altura en Teología, yo desearía concluir con una mirada al Reino de Dios para lo cual el relato de Jesús sirve como parábola : Dos notas son importantes para esto: En primer lugar, en el Reino de Dios no se trata (sólo) de un futuro del “más allá”. En el “Padre Nuestro” los cristianos oramos diariamente por la venida del Reino; sin embargo, al mismo tiempo somos conscientes de que el “Reino de Dios” en el sentido de Jesús aquí y ahora es ya realidad. Finalmente, Jesús anuncia expresamente: “El Reino de Dios está ya en medio de vosotros.” (Lc 17,21). Por consiguiente, cuando rezamos por la “venida del Reino”, entonces pensamos en primer lugar que podría llegar a ser cada vez más visible en medio de nosotros, también por medio de nuestra propia vida de fe, por nuestro propio compromiso por una configuración de la sociedad según los criterios del Evangelio de Jesucristo. En segundo lugar es también, en efecto, irrenunciable vivir de este “reino de Dios” por la irrefutable esperanza en la plenitud definitiva. Cuando abogamos por la justicia y la solidaridad no lo hacemos por el fundamento de un obstinado, pero finalmente utópico “a pesar de todo”, sino confiando en que la justicia, la solidaridad y la paz, en la luz de la mañana pascual han obtenido ya la victoria irrevocable. Nuestra fe pascual nos anima y nos da fuerza, porque para nosotros es evidente: que Dios completará, lo que nosotros mismos conseguimos sólo imperfectamente. Amén. |