Homilía para el Domingo Décimo Cuarto del ciclo litúrgico (A)
6 Julio 2008 en St. Peter, Colonia

Evangelio: Mt 11,25-30
Autor: P. Heribert Graab S.J.
¡Querida parroquia!
¿O quizás yo hoy debiera decir mejor:
Queridos “menores de edad” de aquí de St. Peter?

Probablemente no estarían ustedes particularmente entusiasmados con este tratamiento.
Llamar a un adulto “menor de edad”,
raya en el agravio.
Cuando un adulto pasa por “menor de edad”,
es “incapacitado”, por consiguiente es puesto bajo “tutela”.

En sentido literal “menor de edad”,
se podría llamar eventualmente a alguien,
en el que no se confía que abra la boca –
* quizás porque no tiene nada que decir,
* o porque es tímido para exponer su palabra,
* o también porque otros le prohíben hablar –
   en una dictadura, por ejemplo.

En este sentido se quejan no pocos precisamente de la Iglesia.
Esta Iglesia – precisamente la Iglesia católica –
trata a los creyentes a menudo como a niños menores de edad,
por no decir como a “ovejas bobas”.
Regula toda la vida desde la A a la Z,
no considera a las personas capaces de ningún juicio propio, ni siquiera de responsabilidad para la propia vida.

Ahora hemos oído ciertamente en el Evangelio
que Jesús alaba a los menores de edad como bienaventurados.
¿Miel sobre hojuelas para los que en la Iglesia nos intentan proteger?

Pienso que debiéramos contemplar el texto más exactamente:
Jesús enfrenta a los “menores de edad” con los “prudentes y sabios”.
Su crítica se dirige a estos “prudentes y sabios”.
Evidentemente no han comprendido ni lo más mínimo, de qué se trata:
* El mensaje de Jesús del Reino de Dios ha pasado totalmente de ellos;
* los signos y milagros de Jesús los han dejado fríos;
* estuvieron ciegos para el rol de Juan el Bautista;
* y la misión de Jesús es tanto más extraña para ellos.

Es evidente a los que Jesús tiene ante la vista:
a los maestros y escribas de Israel.
Miraban con altivez al pueblo sencillo
e inculto a sus ojos – inculto porque estas personas no conocían el montón de prescripciones legales y aún menos la espesura de los comentarios.

Además hay una caricatura moderna,
que deja claro a la vez,
que la actitud básica de los escribas
aún hoy es también actual:
Moisés baja del Sinaí –
bajo sus brazos las dos Tablas de la Ley;
en su séquito, sin embargo, toda una caravana de mozos de cuerda, que remolcan detrás de él montañas de comentarios y decretos de aplicación

¡Un pícaro, que piensa en los dicasterios romanos
o también en la autoridad episcopal!

Ahora puede ser
que en la redacción final del texto, las primeras comunidades cristianas mencionen experiencias post-pascuales.
En el ámbito de las comunidades judeocristianas,
a las que sobre todo se dirige Mateo,
había intelectuales “modernos”,
es decir, personas que se orientaban hacia
el pensamiento filosófico y hacia las ciencias de la Grecia helenística.

Probablemente éstos fueron algo más difíciles de ganar
para el nuevo camino del reciente cristianismo,
que las gentes sencillas, pequeñas,
que se tenían que ajetrear en la vida diaria
y tenían que llevar cargas pesadas.

También este fondo tiene sus partes actuales:
En la época de la Ilustración y del Racionalismo
se apartó el pensamiento científico considerablemente de la fe cristiana –
tanto por momentos que se habló de la fe de los “menores de edad” como un “opio para el pueblo”.
No por casualidad Benedicto XVI da un gran valor
a reconciliar razón y fe.

Pero lancemos una mirada a los “menores de edad”:
Éstos son ciertamente bajo más de una consideración
gentes “sencillas”.
Pero se convierten en “incultas” y en “menores de edad”  sobre todo por el orgullo desmesurado
de los que creen haber arrendado para ellos el saber religioso o el saber en suma
y que creen además que son llamados como tutores de éstos, a sus ojos, “incultos”.

Jesús – y nosotros decimos también tranquilamente: el Evangelio demuestra lo contrario:
Estos, llamados, “menores de edad” no son ni siquiera los “bobos” e incultos,
que ellos han creído tan a menudo así.
* Ellos más bien han conservado una mirada para la obra divina en la Creación y la Salvación.
* Reconocen los signos y los saben interpretar.
* No se quedan suspendidos en lo superficial en el encuentro con este Jesús de Nazareth (acaso en Su origen como hijo del carpintero).
* Más bien descubren lo esencial detrás de las apariencias superficiales.

A los ojos de Jesús esta sabiduría de las gentes “pequeñas” y no formadas es un regalo del Padre,
un don del Espíritu Santo.
Y naturalmente este don es al mismo tiempo tarea.
Jesús invita a estos “pequeños”, a los cuales se dirige Su especial afecto
- pero de ningún modo sólo a ellos –
a Su seguimiento,
en la “escuela” amor invitador,
pero al mismo tiempo también exigente.

Este amor recibido y regalado,
después es capaz verdaderamente
de hacer más fácil la propia vida
– y la de los demás –
y de llevar juntos las cargas pesadas.

Éste es el sentido de la frase nuclear del Evangelio de hoy
y, al mismo tiempo, el centro del mensaje de Jesús que produce alegría, en suma:
“Venid a Mí los que estáis cargados y agobiados
que Yo os aliviaré.”

Amén