Homilía para el Domingo Vigésimo Noveno del ciclo litúrgico A
19 Octubre 2008
Evangelio: Mt 22,15-21
Autor: P. Heribert Graab S.J.
“¡Dad al César, lo que es del César y
a Dios, lo que es de Dios!”

Esto es y continua siendo – queramos o no –
una declaración política –
en efecto, una declaración de la perspectiva
del mensaje central de Jesús por el Reino de Dios.

La respuesta de Jesús a la insidiosa pregunta de los fariseos, expresa lo esencial hasta el día de hoy:
* sobre la relación de fe y política,
* sobre la relación de Iglesia y Estado,
* pero también sobre la relación de los cristianos
con los diferentes aspectos de la sociedad.

Para comprender lo que el Evangelio de hoy
tiene que decir,
es preciso, ante todo, comprender la palabra de Jesús con el fondo de aquella época.

Jesús continuamente fue confrontado
– no sólo por los oponentes sino también por Sus amigos –
con las apremiantes cuestiones políticas de Su época – cuando Sus discípulos Le preguntan:
“Señor, ¿es en esta época cuando vas a restablecer el Reino de Israel?” (Hch 1,6)
Aquí está en segundo plano la opresión de Israel
por el imperialismo romano,
que había incorporado a Israel como provincia.
En los años 6 0 7 el censo fue implantado en Judea y Samaria,
la capitación y la contribución territorial.
Los judíos piadosos vieron en el pago de impuestos
una traición a Dios –
sobre todo porque se adoraba al emperador romano incluso como Dios y con ello entraba en competencia con el Dios de Israel.
La imagen del “César divinizado”
– por consiguiente, un ídolo –
brillaba además en la moneda, el denario.

Naturalmente, Jesús sabía esto.
Sin embargo, Jesús dejó que le enseñasen la moneda
y así desarmó a Sus oponentes como hipócritas:
Todos ellos tenían esta moneda en su bolsillo,
por consiguiente este ídolo,
y en esta situación se tenían que “reconocer”
como transgresores de la Ley,
que naturalmente prohibía tales ídolos.

Nosotros estamos acostumbrados a explicar la respuesta de Jesús:
* como una delimitación del derecho del Estado
frente al derecho de Dios,
* también como una delimitación de las legítimas competencias del Estado
frente al derecho a la libertad religiosa
y frente a la competencia de la Iglesia
y, en suma, de las comunidades religiosas.

En el contexto de las duras disputas de Jesús
con los fariseos se anuncia una interpretación claramente más aguda:
“¡Devolved al César su maldita plata!
¡No os dejéis subyugar por esta idolatría!
¡Arrojadle su efigie a los pies!”
“Vosotros conocéis la palabra clave de la Escritura:
Yo soy Yahwe, tu Dios,
que te sacó de Egipto, de la esclavitud.
No debes tener ningún otro Dios.
No debes hacer ninguna imagen de Dios...
No te debes reprimir ante otros dioses
y no te debes comprometer a servirlos.
Pues Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso.”
(Ex. 20,2-5)

En conexión con esta disputa de Jesús 
con Sus oponentes en Jerusalem,
se anuncia en el Evangelio pocas páginas antes,
la purificación del Templo.
Aquí no se trata en primer lugar de pequeños comerciantes y cambistas.
Aquí no se trata sobre todo de un signo
contra la institución económica,
en la que se había desarrollado el Templo
en aquella época.
Esta institución económica, Jesús la denomina como
“cueva de ladrones”.
Naturalmente el impuesto del Templo no podía pagarse en dinero idolátrico.
Por consiguiente, el medio de pago romano tenía que cambiarse por una moneda propia del Templo.
Pero con este –¡y otros!– negocios bancarios
los “grandes” del sistema ganaban monstruosas sumas –
a costa de las gentes humildes,
que eran a menudo verdaderamente “piadosas”.

Suponiendo todo esto – nosotros nos podemos cuestionar ahora
lo que el Evangelio de hoy significa para nosotros.
Vivimos – al menos considerado en primer plano –
en una situación muy diferente.
Sin embargo, la palabra de Jesús es
– también en el segundo plano de su contexto histórico – enteramente actual:
* tanto en la autocomprensión del Estado y de la Iglesia,
* como también en referencia a lo que sucede en nuestros mercados financieros momentáneamente.

No hace mucho tiempo fracasó por dos veces el intento de dar a la Unión Europea una forma de Constitución y con ello el fundamento para fijar una política conjunta.
Los motivos para este fracaso son múltiples.
Pero un motivo sobresale de entre todos los demás:
El diferente significado que tiene en los Estados de Europa el valor fundamental conjunto de la tradición judeo-cristiana-humanística.

En esta conexión está también la controversia sobre la concepto de Dios en una Constitución europea.
Ciertamente fue la entronización de la “diosa de la razón”, durante la Revolución francesa, un pasajero error, del que además la Iglesia católica de la época no era inocente.
Pero el ideario de esta Revolución repercute en la idea de la laicidad en la Constitución francesa.
Esta idea siempre se basa para muchos en la comprensión de un humanismo ateo y antieclesial
e incluso antirreligioso.
En estos días se vislumbra según varios diálogos entre el Presidente francés Sarkozy y el Papa Benedicto un posible acercamiento de las posiciones endurecidas.

Ciertamente en Alemania, la comprensión entre Estado e Iglesia sobre la base de la ley fundamental es no sólo esencialmente más distendida,
sino también pronunciadamente cooperativa y constructiva.
Y esto, aunque o ciertamente porque Estado e Iglesia
respetan mutuamente sus respectivas autonomías.
Pero al mismo tiempo regiones aisladas o instituciones estatales se arrogan también entre nosotros continuamente abusos en el sentido de una laicidad ideológica.
Esta acusación se da por ejemplo en la región de Berlín
que en lugar de la clase de religión se obliga a hacer la asignatura de Ética.
A esto hizo referencia este día el Vicepresidente del Parlamento Federal, Wolfgang Thierse,
previniendo contra una exigencia de representación exclusiva del Estado en la gestión de valores.
El Estado se convierte en el supremo mediador de valores.
“Esto me recuerda la República Democrática Alemana y yo no quisiera tener una situación así nunca de nuevo”, añadió Thierse.

Tales cuestiones, además de muchas cuestiones de la política de formación,
así como de la política social y de salud
y, en general, cuestiones de ética
tienen que ser revisadas continuamente,
teniendo presente el Evangelio de hoy:
* ¿Qué asunto es legítimamente del Estado,
y hasta qué punto?
* ¿Dónde juegan las ideologías y con ello posiblemente “ídolos” autofabricados
una función política de fondo?
* Y ¿cuándo y dónde, nosotros como cristianos
tenemos que poner en juego la reserva de Dios? -
como mínimo, teniendo en cuenta la razón natural,
a la que alude la Carta a los Romanos del Apóstol Pablo.

“¡Dad al César, lo que es del César y
a Dios, lo que es de Dios!”
se comprendería naturalmente,
si limitásemos estas palabras de Jesús al Estado
y a los responsables políticamente.
Por supuesto del mismo modo tienen mucho valor
en la sociedad en total,
en la economía y sobre todo en la economía de las finanzas.
Ciertamente las últimas semanas de la crisis actual
han dejado superclaro
que se trata de ídolos, de ídolos neocapitalistas
del dinero y las ganancias a toda costa
y también de la Fortuna arriesgada.

Además el Papa ha encontrado palabras claras:
“Vemos ahora por el derrumbamiento de los grandes bancos”, dijo,
“que el dinero sencillamente desaparece,
que no significa nada...
Quien construye la casa de su propia vida sólo sobre cosas visibles y materiales –como éxito, carrera y dinero–, la construye sobre arena”.
Sólo la Palabra de Dios es la única realidad duradera, añadió.
Expresado de otra forma:
“¡Dad al César, lo que es del César y
a Dios, lo que es de Dios!”

Ciertamente el Papa tuvo que aguantar más de una advertencia sarcástica sobre las combinaciones históricamente reiteradas y también actuales  de la Iglesia con el dinero.
Sin embargo, con lo que dice está totalmente en la línea del Evangelio:
“No podéis servir a Dios y al dinero.” (Lc 16,13)

Cuando se trata de lo que nosotros debemos dar a Dios, lo que es de Dios, entonces deberíamos recordar simultáneamente,
que Jesús en Su mandamiento del amor equipara
el amor a Dios y el amor al prójimo.
Nosotros damos a Dios lo que es de Dios,
cuando proporcionamos a los seres humanos,
lo que es del ser humano tanto individualmente como también de la comunidad humana.
En este sentido un locutor de la academia papal de ciencias sociales ha interpretado de forma justa las palabras del Papa:
“El Pontífice recuerda que la causa de la crisis financiera está en la separación entre economía y bien común”.
Desde ahora tendríamos que unir de nuevo urgentemente ética y economía.

Quizás suenen en sus oídos tales reflexiones del Evangelio de hoy como demasiado políticas,
quizás incluso “horizontalísticas”,
en todo caso demasiado poco “piadosas”.
Yo no sé, si sería “más piadoso”
hablar sobre los ídolos de nuestra vida personal
y cuestionar nuestras prioridades muy privadas.
¿Damos de verdad personalmente a Dios,
lo que es de Dios o también están para nosotros
en primer plano los “ídolos”,
a los que nosotros “sacrificamos”:
Los ídolos del querer tener, del consumismo
o de la ambición por ejemplo.

Naturalmente tenemos que hacernos tales preguntas.
Pero, al mismo tiempo, yo me siento comprometido por la frase de fondo de Ignacio de Loyola:
“¡Todo a mayor gloria de Dios!”
Todo – lo que también precisamente es – la realidad política y económica.
Para la Sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento, esto es evidente:
Nuestra “fe en el pequeño cuarto silencioso” y la fe en la vida pública forman un conjunto inseparable.
Aquí y allí se trata de lo que es de Dios.
Y de esto, cada uno de nosotros es corresponsable -
privadamente y como hombre político.

Amén.