Homilía para el Domingo Trigésimo del ciclo litúrgico (A)
26 Octubre 2008
Evangelio: Mt 22, 34-40
Autor: P. Heribert Graab S.J.
El mandamiento del amor del Evangelio es totalmente familiar para nosotros.
Y la mayor parte de nosotros responderíamos
muy espontáneamente a la pregunta:
“¿Cuál es el núcleo de tu fe cristiana?”
con este mandamiento del amor de Jesús.
Por consiguiente ¿qué debo decirles a ustedes además en una homilía?

Yo quisiera intentar profundizar aún un poco
nuestra comprensión de las sencillas palabras
del Evangelio en dos puntos.
En un tercer punto quisiera plantear una pregunta, ante la cual yo mismo me sentí bastante desamparado este día – también y justamente delante del mandamiento del amor.

1) En la traducción del Evangelio se dice:
El segundo mandamiento – el del amor al prójimo –
es “tan importante” como el mandamiento del amor a Dios.
Merece la pena una mirada a esta traducción del texto original griego:
Allí se dice que el amor al prójimo es “h’omoía aut” – “h’omoía” – “comparable” por consiguiente
al amor de Dios.
Se puede traducir esta palabra de forma diferente por semejante – comparable – equivalente – igualmente importante.
Pero también se puede traducir por “idéntico”:
El amor a Dios y el amor al prójimo coinciden,
son en último caso idénticos.
Me parece que esta traducción es muy justificada.
Yo pienso como argumentación en el discurso de Jesús sobre el Juicio, que se halla también en el Evangelio de Mateo:
“Lo que habéis hecho con mis hermanos más pequeños,
Conmigo lo habéis hecho.” (Mt 25,40)
No: esto es como si me lo hubierais hecho a Mí;
sino: A Mí me lo habéis hecho.

Las consecuencias de esto son evidentes:
* No puede uno servirse del amor a Dios
frente al amor al prójimo.
* El amor a Dios y el amor al prójimo están indisolublemente unidos el uno con el otro.
* El amor a Dios el domingo,
que no se legitima como amor al prójimo
en el día laborable, no es sólo mentiroso,
sencillamente no existe.
* Por el contrario en todo verdadero amor al prójimo
se halla también el amor a Dios,
aún cuando a veces sea oculto o inconsciente.
Ciertamente este conocimiento motivaba a Rahner para hablar de “cristianos anónimos”.

2) El segundo punto resulta de una comparación del Evangelio de Mateo de hoy con el correspondiente texto de Lucas.
Lucas añade otra pregunta del maestro de la Ley:
“¿Quién es mi prójimo?”
Jesús responde con la parábola, familiar para todos nosotros, del Samaritano misericordioso
y propone entonces la réplica:
“¿Quién se ha mostrado como prójimo del que fue atracado por los ladrones?” (Lc 10,25-37)

¿Observan ustedes la pequeña trampa en la respuesta de Jesús?
¿Quién está lejos, más cerca, cerca, muy cerca de mí?
En la réplica, Jesús coloca al asaltado en el punto central:
¿Quién se convirtió en prójimo para él?

Por consiguiente, en la répica de Jesús se halla el reproche oculto:
“¡Muchacho, tú piensas mal!”
Deja que tu pensamiento no se cierre sobre ti mismo,
por consiguiente, no seas egocéntrico.
Acostúmbrate a colocar en el centro de tu pensamiento al ser humano en necesidad
y desde él, pregunta:
¿Cómo me puedo convertir en prójimo para él?

Ciertamente ahora se une a esto el tercer punto,
que para mí mismo se convirtió este día en una pregunta abierta:

Continuamente sucede,
que los consorcios – por así decirlo de arriba abajo– toman la decisión de suprimir puestos
para optimizar las ganancias, despedir personas y ponerlas en la calle.
Ahora se espera de los directivos de los planos intermedios,
que lleven a cabo esta decisión en su ámbito
según los criterios pretendidos.

Con frecuencia estos altos empleados conocen
a sus colaboradoras y colaboradores.
Ellos tienen conocimiento de su situación familiar,
con frecuencia tienen conocimiento de problemas de salud y financieros,
y no en último lugar pueden evaluar en cada caso individual las posibilidades de los afectados
para encontrar en el mercado de trabajo un puesto laboral lo más similar posible.

Y ahora ustedes imaginen
que este alto empleado se orienta según la enseñanza de Jesús, para pensar y tratar desde los afectados en el sentido del mandamiento del amor de Jesús.
Por favor, además consideren que este alto empleado
él mismo es revocable en cualquier momento
y que él también tiene familia.
¿Qué le aconsejarían ustedes?

¿Debe realizar sencillamente lo que llega
“de arriba”?
¿Según el lema: Este mundo ahora es así?
Por tanto, yo no puedo cambiar nada.

¿Debe “luchar” por cada uno de sus colaboradores?
¿Hasta dónde puede ir sin poner en cuestión su propia posición?
¿Sería pensable eventualmente una situación concreta, en la que –de modo semejante a las situaciones de conflicto militar – fuera inevitable
en un cristiano
un modo de “insubordinación” por motivos de conciencia también en una empresa económica
con todas las consecuencias que resultasen de ello?

Por ello, el mandamiento del amor de Jesús,
que a primera vista y en el ámbito privado
nos parece tan natural
-aunque en la praxis estemos siempre muy rezagados-
alcanza una dimensión política altamente problemática.

Manifiestamente esta dimensión política
también a los ojos de la Iglesia es irrenunciable.
En todo caso, la insinúa la combinación consciente del Evangelio de hoy con la primera Lectura del Libro del Éxodo.

Con esta pregunta abierta quisiera despedirles hoy  para la semana próxima.

Amén.