Homilía para el Domingo Trigésimo Tercero del ciclo litúrgico (A)
15 Noviembre 2008
Lectura: Prov 31,10 ss (abreviado lo más posible)
Evangelio: Mt 25,14-30
Autor: P. Heribert Graab S.J.
(Algunas sugerencias de Eleonore Reuter en “Pueblo de Dios”, Bd 8/2008)
Si Jesús hubiera presenciado el escándalo actual de los mercados financieros, probablemente hubiera contado de otra manera esta parábola.
Sin embargo – también con independencia de todos los escándalos, esta parábola “capitalista” actúa provocativamente en nuestros oídos.

Ya este: “A quien tiene se le dará”, enfada a un ser humano socialmente pensante.
Parece confirmar y aprobar la injusticia diaria
de nuestra sociedad orientada sólo al beneficio.
Los perros muerden al último:
Al que, tiene lo mínimo, al pobre,
y tanto más al que no tiene absolutamente nada.
Al final, éste todavía será castigado.

Para evitar malos entendidos
esta parábola nos debía recordar de nuevo
que no se trata de la comparación de los detalles
de la historia relatada,
sino del “punto esencial”,
el “tertium comparationis”,
el auténtico punto de comparación.
Y además es ayudador en este caso concreto
no leer la parábola desde su fin,
sino desde su comienzo.

Ya la primera palabra legitima esta parábola como
una parábola del Reino de los Cielos,
como una imagen del Reino de Dios.
En el hombre, que reparte su fortuna
reconocemos de golpe a Dios mismo.
¡Y este encomienda a cada uno más que suficiente!
En el lenguaje de la parábola:
Incluso el último hubiera podido cubrir su alimentación aproximadamente a lo largo
de veinte años.

Luego llama la atención que no esté en primer plano el beneficio – de ello no se habla en absoluto en el encargo del señor.
Más bien se trata de una confianza ilimitada,
que pone el señor en cada uno de sus servidores y proporcional a sus capacidades.
A ninguno se le exige demasiado.
No hay reglas, instrucciones ni órdenes.
Sólo suena implícitamente y como de forma natural:
La esperanza de que ninguno quiera defraudar la confianza puesta en él.

Supuesto este comienzo, se lee el final de forma diferente:
Tampoco aquí se trata del beneficio perdido.
Se trata más bien del temor,
que en el tercero de los servidores “devora”
la confianza.
Su temor consiste en que al final se quede con las manos vacías.
Y ciertamente éste es el “punto central”.
Dios nos confía el crecimiento del Reino de los Cielos.
Los talentos, capacidades, competencias que nos son regalados, debemos emplearlos para el Reino de Dios.
En el sentido del Evangelio de hoy, nos dice Ignacio de Loyola de qué depende:
Emplear nuestros talentos como si todo dependiese de nosotros;
pero al mismo tiempo confiar tanto en Dios como si todo dependiese de Él.
La confianza en el amor de Dios, en el que todo se conserva, también hará feliz nuestra vida
y la llevará a plenitud.
Sólo si el temor “devora” nuestra confianza
y con ello nuestra alma,
estaremos con las manos vacías.

De nuestras capacidades, que hay que aprovechar,
y de su dimensión profunda se trata también en la primera Lectura del libro de los Proverbios,
que se cuenta entre la literatura sapiencial bíblica.

Por desgracia esta Lectura está fuertemente abreviada –
y esto de un modo pronunciadamente enojoso.
Por medio de esta reducción, la Lectura nos proporciona la imagen  del “ama de casa eficaz” –
enteramente al gusto del círculo conservador,
que precisamente en la Iglesia aún tiene mayor peso que en otra parte.

Yo quisiera recomendarles urgentemente
que se tomen tiempo en el transcurso de la semana
para regalarse con tranquilidad el texto completo.
(Lo encontrarán muy al final de libro de los Proverbios: Capítulo 31, versículo 10 y siguientes hasta el final del libro.)
Por consiguiente, cuando ustedes lean el texto completo, surgirá ante sus ojos la imagen
–diríamos–  de una mujer moderna muy emancipada:
* Es una administradora de empresa que actúa inteligentemente y eficaz,
* percibe las tareas de dirección,
* administra por iniciativa propia un gran patrimonio agrícola,
* gestiona el negocio,
* viaja,
* se cuida de las trabajadoras y trabajadores
* y también demuestra además su competencia social.
Pero, se añade una profunda espiritualidad,
que ansían cada vez más los directivos
de nuestra economía.
El libro de los Proverbios habla de “temor de Dios”
y con ello quiere decir:
Esta mujer comprende lo que es hacer lo correcto a los ojos de Dios y así poner de acuerdo su fe
y la razón económica.

En la descripción de esta mujer eficaz
se encuentran algunos paralelos
sobre la descripción bíblica de la “Sabiduría”,
que es una personificación de la Sabiduría de Dios.
La figura ideal de esta mujer grandiosa de nuestra Lectura aparece como la personificación física
de la propia Sabiduría de Dios –
espiritualidad vivida, fidedigna y convincente.

El mensaje de esta “mujer fuerte” suena,
como el de los dos servidores del Evangelio:
Dios también te ha confiado a Ti capacidades y competencias.
No debieras mirar a otros y lo que éstos puedan hacer mejor.
Más bien reconoce también los talentos,
que se ocultan en ti mismo y desarróllalos.
Agota todas tus posibilidades personales
y esto en el sentido de Dios
para que Su Reino crezca en este mundo.

Esto llenará toda tu propia vida
Y, al final, también Tú oirás la frase salvadora:
“¡Toma parte en el convite, toma parte en la alegría de Tu Señor!”

Amén.