Homilía para la Fiesta de Pedro y Pablo
29 Junio 2014
Lecturas: Hch 12,1-11 y 2 Tim 4,6-8.17-18
Evangelio: Mt16,13-19
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Pedro y Pablo-
encadenados recíprocamente por la Iglesia
mediante un día de fiesta común y el título honorífico conjunto de ‘Príncipes de los Apóstoles’.
Yo no estoy totalmente seguro de si ambos estarían entusiasmados en su vida temporal con esto.
Pues aunque tengan mucho que los una,
saltan a la vista sobre todo las diferencias.

Esto ya comienza con la denominación de ‘Ápostol’.
Pedro fue llamado por Jesús durante Su vida pública
en el círculo íntimo de aquellos ‘Doce’, que Él envió como ‘Apóstoles’ (= mensajeros).
El número de los ‘Doce’, las doce tribus del pueblo de Dios, Israel, es esencialmente el que representa la pretensión de Jesús,
de reunir en el Reino de Dios del final de los tiempos al nuevo pueblo de Dios.
Por tanto, este número ‘doce’ también tenía que restablecerse después de que Judas fallase por su traición a Jesús.
En su lugar fue elegido Matías, que todo el tiempo,
como los otros ‘once’ había estado con Jesús, desde el Bautismo por Juan en el Jordán hasta el día en que Jesús subió al cielo (Hch 1,21 s).
Hoy se denomina a este círculo de los Doce los ‘Apóstoles antiguos’ a diferencia de los Apóstoles post-pascuales.

Por ejemplo, Pablo no conoció probablemente al Jesús terrenal.
Él fue llamado después de Pentecostés por Cristo resucitado en aquella famosa visión cerca de Damasco.
A causa de este llamamiento personal de Cristo,
Pablo se denomina a sí mismo como ‘Ápostol de los gentiles’ (cf. Rom 11,13) y se supo enviado a anunciar el Evangelio de Jesucristo a los ‘gentiles’, por tanto a los pueblos fuera del judaísmo.

Pedro era un sencillo pescador del lago de Genesareth en Galilea.
El ciudadano romano Pablo fue, por el contrario,
un judío formado y que hablaba griego.
Era fariseo y persiguió a muerte, como judío fiel a la Ley, a la comunidad de los primeros cristianos, pero después de la conversión se transformó en ardiente misionero de Jesucristo.

Lo que ambos tenían en común de modo diferente, era una unión muy personal con Cristo Resucitado,
en cuyo servicio para los seres humanos agotaron sus fuerzas y ciertamente sólo así dieron gloria a Dios.

Sin embargo y ciertamente a consecuencia de su entrega entusiasmada por Jesucristo y por Su misión llegaron también a vehementes disputas.
En su Epístola a los Gálatas, Pablo mismo describe este enfrentamiento en cuestiones muy fundamentales de una vida auténtica en el seguimiento de Jesús (Gal 2,11  ss).
El llamado Concilio de los Apóstoles se enfrentó con estas cuestiones y encontró en abierto diálogo
soluciones, con las que podían vivir todos los participantes.
Pablo pone énfasis en resaltar que las “columnas” de la comunidad originaria de Jerusalem – Santiago, Juan y precisamente también Pedro-
le estrecharon la mano a él, a Pablo, como signo de comunión (Gal 2.9).
En esta ocasión también se decidió una clara participación en la misión.
Pablo lo esboza muy concisamente diciendo:
“Nosotros (Pablo y Bernabé) debíamos ir a los paganos y ellos a los circuncisos (Gal 2,9)

De todo esto resultan algunos mensajes importantes
del día a día de Pedro y Pablo para la Iglesia de hoy:

1. Pluralismo – también en la Iglesia, que no es siempre por sí mismo del demonio;
más bien una variación vital puede ser totalmente obra del Espíritu Santo.

2. Enfrentamientos  teológicos e incluso disputas no tienen por qué conducir de ningún modo a escisiones y condenas;
el Concilio de los Apóstoles muestra cómo se puede tratar de un modo cristiano y hallar soluciones,
que hagan justicia a todos los participantes.

3. Diálogos sinceros con altura de miras, escucha atenta y mutua, comprensión para los deseos del otro, aceptación de diferentes caminos hacia la misma meta y, al final, un apretón de manos amistoso o también tomar un vaso de vino juntos hacen posible la unidad fraterna en una Iglesia variopinta.

En el mismo sentido también hay en el día a día de Pedro y Pablo propuestas que nos pueden ayudar a anticipar el ecumenismo y a no sólo orar por la unidad de la Iglesia sino además a dar pasos prácticos unos hacia otros.
Llama la atención que la Iglesia católica esté orientada más bien hacia Pedro, por tanto, hacia el primer obispo de Roma, y se ordene más bien de forma ‘conservadora’ como antes la comunidad primitiva de Jerusalem.

Por otra parte, puntos esenciales de las iglesias evangélicas se basan en Pablo como por ejemplo la doctrina de la justificación o de la teología de la gracia.
También la mayor flexibilidad para responder ante otras suposiciones y situaciones corresponde más bien a la praxis paulina de ser todo para todos.
Sin esta flexibilidad Pablo no hubiera llegado nunca a ser el gran Apóstol de los ‘gentiles’.
En lugar de pintar siempre solo al demonio de la adaptación acrítica en la pared,
quizás sería a veces ayudador tener una gran confianza en el actuar del Espíritu de Dios.
También una pluralidad en la comprensión de los cargos eclesiásticos se halla ya en los comienzos de la Iglesia y en las diferentes estructuras de la comunidades ‘petrinas’ y ‘paulinas’.
¿Por qué nosotros no podemos decir como Pedro y Pablo en el Concilio de los Apóstoles:
“Vosotros hacedlo así. Nosotros lo hacemos de forma diferente.
Y a pesar de ello formamos una única Iglesia de Jesucristo.”

Hoy necesitamos a Pedro para el que fue válido el encargo de Jesucristo:
“¡Fortaleced a vuestros hermanos!” (Lc 22,32)
y que mediante este servicio a los hermanos y hermanas se manifieste la unidad de la Iglesia.
Necesitamos no poco a Pablo, que no sólo guarde las tradiciones generadas durante siglos sino que se atreva a lo nuevo y ande nuevos caminos;
que no se amuralle y esté ocupado de forma predominante con su autodefensa,
sino también que se arriesgue a correr riesgos.
En consecuencia los responsables de la Iglesia hoy
desde el Papa y los Obispos hasta cualquier párroco y presidente del consejo parroquial, debían atreverse también con los temas nuevos y delicados, indagar en lo habitual y responder creativamente a la situación actual de las personas y ayudarles de forma efectiva en sus necesidades y fortalecer su fe.
El doble sínodo episcopal en este año y en el próximo tendrá que superar algunos desafíos.

Para terminar una breve mirada sobre el martirio de dos Apóstoles, que nosotros hoy celebramos:
Ambos fueron testigos con su vida de Jesucristo,
Pedro en la cruz como su Señor y Maestro,
Pablo por la espada.
En este camino de entrega testimonial de la vida
les han seguido a través de los siglos innumerables cristianas y cristianos de todas las confesiones.
Un ejemplo de martirio ecuménico lo dieron p.e. Alfred Delp y Helmuth conde de Moltke.
Juntos fueron condenados a muerte por un tribunal popular de los nazis el 10 de Enero de 1945.
Su testimonio conjunto y, en general, el testimonio de los mártires habla con voz más fuerte que todos los causantes de escisiones.
Amén.