Homilía para el Domingo Segundo
del ciclo litúrgico B

14 Enero 2018
Lectura: 1 Sam 3,1-19 (abreviado)
Evangelio: Jn 1,35-42
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Quizás conozcan ustedes esta historia:

Había una vez tres canteros,
que trabajaban en la gran obra de la Catedral de Colonia.
Un viandante preguntó al primero: “¿Qué haces aquí?”
Él contestó: “Tú lo ves. Tallo piedras.
Todavía tengo que tallar estas dos antes de terminar mi jornada.”

El viandante siguió y preguntó al segundo:
“Tú lo ves. Soy cantero y hago una estatua.
Es un trabajo duro, pero bien pagado.
A fin de cuentas, tengo una esposa y cuatro hijos.
Lo necesitamos para comer.”

El tercer cantero dejó un momento el martillo,
se limpió el sudor y señaló con orgullo hacia arriba:
“Tú lo ves. Construyo la Catedral.”

¿Cómo ven ustedes su propia profesión?

Silencio

La historia, en primer lugar, pone de manifiesto esto:
No sólo hoy la “profesión” tiene muy poco que ver con la “vocación”.
•    El primer cantero siente su profesión sobre todo como una carga.
•    Para el segundo cantero se trata de un medio de subsistencia para sí mismo y sobre todo para su familia. Esto también significa ciertamente que asume una responsabilidad.

Pero la responsabilidad se puede entender como respuesta a un desafío o también como respuesta a una llamada, a una “vocación”.
En todo caso respuesta tiene algo que ver con diálogo porque ciertamente como “vocación” es dialógica.
•    El tercer cantero tiene ante su vista una obra grande y fascinante, la Catedral, que se construye a lo largo de muchos cientos de generaciones, a la cual desea contribuir de una forma pequeña y, sin embargo, esencial. Aunque no se exprese, quien es ‘llamado’ a esta gran obra, el cantero, en todo caso, se  siente llamado en su interior.

Silencio

En los textos bíblicos de este domingo se trata de la ‘vocación’.
Para la Biblia está claro desde el principio:
Dios mismo, Su Mesías, Su Ungido, Su Cristo
es el sujeto: Él llama.
Él llama a Samuel, Él llama a Andrés,
Él llama a Simón y también a todos los demás discípulos.

Si miramos de forma más precisa como Él llama,
entonces constataremos:
De esta forma puede Él también hoy de manera muy precisa llamar a las personas.
En primer lugar está este joven Samuel.
A él le llama Dios en sueños.
“ ¡No hay nada; esto es una fantasía!”
quizás digan ustedes.
Pero también entonces no estaba Samuel muy lejos de esta idea.
Se dice expresamente:
“En aquellos días eran raras las palabras del Señor;
las visiones no eran frecuentes”,
totalmente igual que en nuestra época secularizada.
Samuel necesita la experiencia espiritual
y el discernimiento de su maestro Elí,
para percibir la voz de Dios, que le llama.
Por lo menos, Elí sabe que Dios puede hablar a una persona de una forma tan poco frecuente:
está despierto en medio de la noche y constata:
En los sueños o como también siempre he comprobado en mí, por medio de un pensamiento:
•    que es claramente sorprendente;
•    que tampoco desaparece sencillamente como tantas otras cosas que yo sueño;
•    al que yo tampoco puedo empujar, apartándolo:
el pensamiento está presente sencillamente, también a la mañana siguiente.
Probablemente hay muchas aclaraciones sobre ello;
pero una posible, aunque en absoluto segura es:
Dios me habla en mi interior.

Esto lo sabe Eli.
Por tanto, deja todo como está.
¡Acuéstate de nuevo! ¡Continúa durmiendo!
A la tercera vez, menciona que posiblemente Dios llame al joven Samuel y le aconseje de forma concreta cómo puede reaccionar.
Pero a la mañana siguiente habla con Samuel sobre este sueño-visión.
Concluye diciendo: ¡Es el Señor!
En el fondo de este juicio está su experiencia espiritual, que le ha enseñado algunas reglas del discernimiento de espíritus,
comparables a las que mucho más tarde
ha apuntado Ignacio de Loyola en su libro de Ejercicios.

De modo muy diferente llama Jesús a Sus discípulos:
•    Habla a algunos directamente, por ejemplo en el lago de Genesareth y los aparta de su puesto de trabajo como pescadores.
•    Dos discípulos de Juan se dejan maravillar por Juan y siguen a Jesús.
•    Son tímidos para dirigirse a Jesús, pero curiosos por conocerle y Él los invita: “¡Venid y Ved!”
•    Al final Simón Pedro es conducido a Jesús por su hermano Andrés.
Por tanto, Jesús halla muy diversos caminos hacia las personas, a las que quiere dirigir la palabra y ganar.
Hay que observar:
Jesús también llama a Sus primeros discípulos, en primer lugar no para una tarea determinada, para una ‘profesión’ o incluso para una profesión existencial.
Los llama en primer lugar para Su seguimiento; diríamos hoy: Él los llama para que tengan fe en Él.
Él los llama a la comunión con Él, los llama como ‘cristianos’.

Reflexionemos a lo largo de un momento:
¿Cómo nos llama Jesucristo?
¿Cómo me gana para sí y para la comunión con Él?
Y reflexionemos también sobre
si Jesús significa tanto para nosotros,
que Él, por medio de nosotros, pueda conseguir
ganar para sí a otras personas de nuestro ámbito?

Silencio

Para concluir una importante observación:
Cuando se habla de vocación hoy en la Iglesia
estamos propensos sobre todo o incluso exclusivamente a pensar en vocaciones al sacerdocio, a las órdenes religiosas o en todo caso
a vocaciones espirituales en general.
La idea de vocación bíblica es esencialmente concebida de forma más amplia:
Jesús llama en primer lugar a Su seguimiento,
es decir, naturalmente también al servicio del Reino de Dios venidero,
pero en absoluto según el modo de una ‘profesión’,
sino como una tarea, a la que es llamado todo cristiano, al mismo tiempo que ejerce tal ‘profesión’.
Y Samuel, por ejemplo, es llamado por Dios a una tarea política.
Él debe sobre todo ‘modernizar’ la ‘Constitudión’ de Israel, que es redactada por el pueblo de Dios como una especie de teocracia y
crear una Monarquía totalmente normal, bajo un Rey, como también la tenían todos los pueblos vecinos.
Por tanto, ¡debemos y tenemos que contar con la vocación divina también en la política, en la economía o en la ciencia y en todos los demás ámbitos de la vida!
Amén.

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