Homilía para el Domingo vigésimo segundo del ciclo litúrgico C
2 Septiembre 2007
Lectura: Ecl 3,17-18.20.28-29
Evangelio: Lc 14,1.7-14
Autor: P. Heribert Graab SJ

He leído recientemente que
el “antiguo advenedizo” está al llegar.
Aquellos que fueron educados en los años setenta según el principio del “laisser – faire”
hoy están con frecuencia en una situación
responsable y han aprendido que la vida es
más armoniosa y también de más éxito
cuando se mantiene el trato interpersonal
dentro de las reglas transmitidas más importantes.
Los “modales” están de nuevo enteramente cuestionados.

Ahora se podría recoger muy bien a “un advenedizo” bíblico.
Las Lecturas de este domingo
encontrarían para él un lugar sobresaliente.
Y con una mirada más exacta constataríamos:
Este advenedizo bíblico
no se diferenciaría mucho de lo que los “libros de modales” nos ordenan.

El advenedizo bíblico
- sobre todo se sacaría de la literatura sapiencial -
se nutre de la experiencia empírica práctica
- precisamente de la sabiduría -
de muchas generaciones.
Lo que los “autores de modales” de nuestro tiempo
han hallado como ayudador para el trato con otras personas,
pertenece ya en su mayor parte al tesoro experiencial de los seres humanos de los tiempos bíblicos.

Pero llama la atención una diferencia importante
sobre todo si contemplamos el Nuevo Testamento y la recepción de la sabiduría transmitida por medio de Jesús:
Para Él no juegan un papel sólo
las consideraciones de utilidad.
Para Él todo el código de conducta de la vida interpersonal se funda en la dignidad de cada persona y en el principio del amor vivido.
Sólo el amor es el trato adecuado para las personas, porque todos somos creados según la imagen de Dios.

¡Contemplemos el Evangelio un poco más exactamente!
En la Lectura de Jesús Sirach, se trata de la humildad.
A más de uno de nosotros se le ocurre quizás este dicho;
“¡ La humildad es un adorno –
sin embargo sin ella se adelanta más!”
Por el contrario, mucho más pasada de moda suena una antigua sabiduría popular,
que más bien está convencida de lo contrario:
“Con el sombrero en la mano
se pasa por todo el país.”

Como esta sabiduría popular, Jesús también parte de que la humildad y la complacencia finalmente también trae “provecho” al propio humilde:
El humilde “pasa por todo el país”,
es decir, se le abren muchas puertas,
encuentra escucha, ayuda y atención.
Del mismo modo, también le toca “honor” al huésped humilde del Evangelio:
“¡Amigo, sube más alto!”
Solo que este honor no se lo proporciona a sí mismo, abriéndose paso a costa de otros.
Este honor le es regalado por el Anfitrión.

Por consiguiente, no se trata de renunciar al honor:
Se trata más bien de no proporcionarse a sí mismo y a costa de otros honor, provecho u otra cosa.

Personalmente yo quisiera incluso dar otro paso:
Se dice: “Ganar dinero es propio del negocio”.
Creo que es exacto y también es legítimo en el sentido de Jesús.
Yo no tengo que colocar mi luz debajo de la fanega.
He enviado en este día a la dirección del Obispado de Hildesheim el folleto de nuestra Citypastoral para información de la responsabilidad ética.
Sólo en virtud de estas informaciones podemos hacernos una imagen de lo que sucede aquí,
y también sacar de ello naturalmente las correspondientes consecuencias.

Es problemático el “ganar dinero”
cuando “me esponjo en vacío”,
por consiguiente, cuando despierto falsas impresiones
y me coloco a mí mismo en el primer plano de forma injustificada.
Esto verdaderamente podría ir “a costa de otros”
y ser alcanzado por el veredicto de Jesús.
Él trata de que nosotros con prudencia y previsión,
así como con mirada benévola hacia las necesidades de los otros prescindamos de un provecho propio a corto plazo.

Volvamos brevemente otra vez a los “primeros sitios” del Evangelio.
A primera vista parece como si los cristianos hubieran interiorizado totalmente las palabras de Jesús:
En la Misa se empujan todos hacia atrás,
mientras los “primeros sitios” quedan libres.
Pero no llegan los “más dignos” –
ni el presidente federal, ni el primer alcalde.
Me parece que hemos entendido esto de forma totalmente falsa.
Por consiguiente, ¡vengan tranquilamente hacia delante!
“¡Suban más alto!”

Jesús aborda en el Evangelio de hoy aún otro tema.
Jesús se dirige al anfitrión con una petición esencialmente considerable:
Cuando des un banquete,
no invites sólo a los privilegiados,
sino piensa sobre todo en los desfavorecidos.

De nuevo se trata del principio del amor.
Esta petición de Jesús se podría completar con otra frase de Jesús, que nos ha transmitido Mateo:
“Debéis ser perfectos,
como lo es vuestro Padre celestial.” (Mt 5,48)
Esta expresión está dicha en un contexto muy semejante.
La perfección se refiere al perfecto amor de Dios,
que nosotros debiéramos emular,
porque tenemos que actuar con las mismas personas que son amadas por Dios y obsequiadas por Él con una única dignidad.

Jesús no nos envidia si nos toca en suerte honor o
si nos va bien.
Él no nos hace ningún reproche por ello.
Pero Él nos recuerda que nuestro bienestar en lo esencial es un regalo dado para compartir
y que atención, honor y también participación en el bienestar corresponde a cada persona por causa de su dignidad ante Dios.

Naturalmente, según nuestra comprensión,
este desafío de Jesús tiene en primer lugar
una dimensión muy privada – ¡con razón!
Pero aquellos banquetes de los que Jesús habla,
tenían también un carácter abierto,
eran más o menos acontecimientos “oficiales”.
Especialmente se trata aquí también de la integración de los desfavorecidos en la sociedad.
Por eso naturalmente estamos ante un tema de mucha actualidad.
No pienso de ningún modo sólo en la discusión sobre integración de los extranjeros.
Vivimos más bien puramente lo contrario de la integración, es decir, la exclusión:
* Quien no pueda tomar parte en las demandas de trabajo de nuestra sociedad, es excluido.
Los parados mayores y los receptores del Hartz-IV, por ejemplo.
* Nuestro sistema de salud y de seguro de enfermedad crea dos clases de medicina y excluye.
* El nivel de ingresos separa siempre:
Finalmente la inmerecida riqueza aumenta en grandes cantidades,
mientras, al mismo tiempo, la pobreza aumenta de formas múltiples.
Como en todos los tiempos la pobreza excluye.
Especialmente son excluidos hoy entre nosotros
de forma excesiva muchos niños a causa de la pobreza.
Violencia y vandalismo son, por ejemplo,
las consecuencias de esto.

Tampoco (¡!) hay ningún camino por delante para leer el Evangelio bajo la consideración política.
Esto era en tiempos de Jesús muy natural.
Entonces estaban estrechamente atadas una con otra Política y Religión.

En una sociedad ampliamente secularizada
el Evangelio es excluido conscientemente:
La fe es asunto privado.
Las consecuencias de una vida social y política considerablemente sin Dios y sin fe las vivimos día a día –
Pero incluso muchos cristianos pasan por alto las verdaderas causas.

¡Pienso que esto tiene que ser de otra forma!
Demasiados de nosotros vivimos como “un barco sumergido”
en su entorno profesional y social.
Sería deseable que éstos emergiesen,
y que todos juntos nos convirtiésemos en el sentido de Jesús en levadura de nuestro entorno.
Podríamos prestarle a nuestra fe manos y pies
y además hacer justicia a nuestra responsabilidad
en la sociedad.

Amén