Homilía para el Corpus Christi
7 Junio 2007

Evangelio: Lc 9,11b – 17
Autor: P. Heribert Graab S.J.
“Dios nos ha alimentado con el mejor trigo
y saciado con miel de la roca.”

Con este versículo del Salmo comienza el Introito,
el canto de entrada “oficial” de la liturgia de hoy.
Con este versículo del Salmo confiesa de forma agradecida el pueblo de Israel:
Dios regala vida en plenitud –
Nosotros lo hemos experimentado continuamente en nuestra historia, sobre todo por la maravillosa alimentación en el paso por el desierto hacia el “país que mana leche y miel”.

Hoy por la mañana aproximadamente 1000 católicos de esta ciudad han confesado en público:
Dios regala vida en plenitud.
También se puede decir “sólo” 1000 católicos
han confesado esto de forma agradecida,
aunque no sólo los católicos,
 sino las gentes de nuestro país en general
-en todo caso en su gran mayoría-
desde hace más de cincuenta años
viven en un bienestar nunca alcanzado.

Ciertamente de esto se trata hoy – aún de mucho más.
El Evangelio del Corpus Christi está en el Evangelio de Lucas.
Juan cuenta en su Evangelio la misma historia.
Y Juan toma esta historia como ocasión para anudar el gran discurso eucarístico de Jesús.

Aquí nos informa al principio y en estrecha conexión con la Eucaristía que Jesús ha calmado el hambre muy banal, corporal de una gran cantidad de gentes.
Por consiguiente, cuando celebramos en el Corpus Christi el regalo de la comida eucarística con pan y vino,
en el sentido de Jesús no podemos hacer sino al mismo tiempo poner en juego el hambre real de las personas hoy.

Mientras nosotros aquí hoy estamos reunidos en una celebración eucarística festiva,
los ocho más poderosos de la tierra hablan en Heiligendamm sobre este tema, sobre el hambre y la pobreza de nuestro mundo.
Dirigen su mirada sobre todo al continente más pobre y más explotado, a África.

Estas súper poderosas personas de nuestro mundo representan al mismo tiempo los intereses de los pueblos más ricos de la tierra –
y con ello también nuestros intereses.
¡Maravilloso, esto es hermoso!
Y esto permite comprender fácilmente
lo que un comentarista de “Scheinheiligendamm” dijo y lo que innumerables personas en todas partes demuestran contra este costoso teatro.
Hay que condenar de la forma más enérgica el poder en esta conexión.
El poder es y permanece aquí como destructivo en todas partes.
Sin embargo, es válido abrir la boca y esto de forma inconfundible.
Raras veces hay ocasiones, en las que las iglesias cristianas al unísono – con el Papa Benedicto a la cabeza – tan claramente (¡bien entendido: sin poder!) se han solidarizado con demostraciones como en este caso.

Tampoco nosotros nos podemos apartar de aquí,
sin una espina en nuestra frente, que nos machaca continuamente con el hambre de innumerables personas en todo el mundo y también con el hambre de las personas de aquí entre nosotros.
Una espina que nos anima continuamente a poner toda nuestra fantasía, toda nuestra creatividad y también nuestros medios materiales como contribución para ofrecer solución al problema.
“Dios regala vida en plenitud” –
esto es válido también hoy y también en atención a las recursos naturales de nuestra tierra.

Supuesto esto – podemos y tenemos que hablar ahora sobre las múltiples “hambres” en sentido figurado, que atormentan a los seres humanos en un país rico:
* sobre el hambre de una vida llena de sentido,
* sobre el hambre de amor y seguridad,
* sobre el hambre de justicia y aceptación,
* sobre el hambre de aquella plenitud de vida, que sólo Dios puede regalar,
* sobre el hambre de aquella mano amorosa y protectora que abarca y soporta y que nosotros
los cristianos llamamos Dios.

Por la fe estamos convencidos de que Dios mismo en Jesucristo quiere y puede calmar este hambre profundo y angustioso de nuestra alma.
Sólo se trata en ello de la obra de salvación de Jesucristo, de Su vida y de Su muerte y, por consiguiente de Su resurrección de entre los muertos.

Como signo y presencialización permanente de este insuperable don divino a todos los seres humanos, Jesús nos ha dejado la Comida eucarística con Pan y Vino.
En la Eucaristía Él está en medio de nosotros.
En la Eucaristía sucede lo que Él ha hecho por nosotros.
En la Eucaristía calma el hambre de nuestra alma.

Pero este don de la fe y de la Eucaristía no lo podemos conservar sólo para nosotros.
Entonces Él alimentó no sólo a Sus discípulos.
Más bien los ha puesto en el servicio de repartir el pan a los muchos que estaban allí.
Espera la colaboración de Su discípulos,
espera también nuestra colaboración para que todos se sacien.

No estamos aquí con las manos vacías.
Él nos las llena para que podamos partir y repartir Su plenitud –
en sentido verbal y en sentido figurado.
Podemos estar seguros de que siempre hay más que suficiente – para nosotros mismos y sobre todo para  los que todavía no han recibido nada,
si creemos haber hecho lo suficiente y poder estar tranquilos

Finalmente aún un pensamiento importante:
La historia de la multiplicación del pan es una “historia milagrosa”.
(¡Es siempre un milagro que las personas comiencen a compartir!)
Sin embargo, las historias bíblicas milagrosas son siempre expresión de protesta y encierran imágenes de esperanza.
También lo imposible les es sencillamente válido como posible.
Más bien ponen en cuestión todas las experiencias humanas que niegan el derecho de la necesidad humana a ser superada.

Esto está escrito en el álbum de recuerdos para todos nosotros y no en último lugar para las señores y señores de Heiligendamm.

Amen.