Homilía para el Domingo Décimo Quinto
del ciclo litúrgico

15 Julio 2007

Con ocasión de la actual publicación del “Motu Proprio” del Papa sobre la Liturgia Romana y la aprobación general de la Liturgia “antigua” (preconciliar).
En estos días fueron publicados en el Vaticano dos documentos, que encontraron gran interés público y en parte provocaron agitación y protesta.

Ahora no debiéramos como cristianos católicos  dejar la formación de una opinión sobre esto a otros
y mucho menos a los medios.
Éstos de nuevo se han encontrado en parte confirmados en sus prejuicios sobre la Iglesia católica.
Esto no puede quedarse así.
Por ello es necesario, entrar en estos dos documentos en una homilía, enteramente en conciencia,
porque estos textos también en la Iglesia han causado diferentes reacciones y
porque mi propia voz sólo es una entre muchas.

Por consiguiente en esta homilía algunos pensamientos del así llamado “Motu Proprio” sobre el uso de la “antigua” liturgia en la celebración de la santa Misa que era frecuente antes de la reforma litúrgica.
Benedicto XVI ha permitido de nuevo esta forma de liturgia como forma “excepcional” –
de segunda importancia frente a la liturgia renovada, que debe seguir siendo la “norma general”.

En primer lugar es importante corregir el malentendido,
que emerge continuamente:
No se trata de permitir de nuevo la “Misa en latín”.
La “Misa en latín” no estuvo nunca suprimida –
por el contrario:
Incluso fue continuamente recomendado,
como mínimo celebrar ocasionalmente la Santa Misa en la antigua lengua unitiva de la Iglesia –
y más bien en el nuevo rito.
Esto sucede también continuamente – si bien no con demasiada frecuencia.
Se puede lamentar que el latín en su antigua función de unión de los pueblos, hoy en el mundo secular ha sido considerablemente relevado por el inglés.
Incluso en la dirección de la Iglesia este proceso ha tenido entrada.
Sólo en muy raras ocasiones se ha redactado el texto original de un documento vaticano en latín.
Está muy en tela de juicio si el latín en la liturgia puede dejar abierto este proceso de desarrollo o incluso invertirlo.
Ya Juan XXIII en su primera encíclica ha emprendido este intento.
Y ciertamente esta Encíclica marcó el “final” del latín como lengua oficial de la Iglesia.

Por consiguiente, no sólo la lengua diferencia el nuevo del antiguo rito de la celebración de la Santa Misa.
Se trata más bien de algunos desplazamientos del acento teológico.
¡La teología está viva!
Pero esto también quiere decir que se continúa desarrollando.
No renuncia a lo esencial, pero se penetra más profundamente en lo esencial,
lo examina con precisión y lo aclara,
lo hace comprensible para la época respectiva
y clarifica los malos entendidos.

Explicar en particular los desplazamientos de acentos teológicos en la Liturgia aquí nos conduciría demasiado lejos.
Sólo tomemos un ejemplo:
La Iglesia ha aprendido – sobre todo bajo la impresión del Holocausto – que las judías y los judíos son nuestras hermanas y hermanos
y que el Dios fiel no ha rescindido la “antigua Alianza” con Su pueblo,
sino que Él ha confirmado esta Alianza por medio de Jesucristo y la ha conducido a la plenitud.
Conforme a esto, después del Concilio Vaticano II
la liturgia fue “depurada” de todos los afectos antijudíos.
Aún cuando el Papa permita la antigua liturgia sólo en una redacción ya revisada antes de la gran reforma litúrgica, sin embargo repercute la “vieja” teología.

¿Qué deseos persigue el Papa ahora con su Motu Proprio?
Se trata en lo esencial de dos deseos:
En primer lugar se trata de la unidad de la Iglesia, cuya salvaguardia y, dado el caso, la restauración es la tarea más importante y más noble de su cargo.
Concretamente se ha dado después del Concilio y de la reforma litúrgica sobre todo en Francia, pero también entre nosotros, una separación de la Iglesia.
Este Cisma está unido al nombre del Obispo Lefevre y perdura hasta hoy –
a pesar de los muchos esfuerzos ya en tiempos de Juan Pablo II.

Benedicto XVI espera ahora, por medio del permiso para la celebración de la Santa Misa en el antiguo rito, poder superar esta división.
Si tuviera razón sería para celebrarlo.
Ciertamente esta esperanza hace largo tiempo que no es compartida por todos.
Pues la verdadera causa para la separación no es finalmente la liturgia,
sino la teología del Concilio
y la apertura de la Iglesia por medio del Concilio.

Yo personalmente celebro mucho todos los esfuerzos por la unidad de la Iglesia y la apoyo con fuerza,
sin embargo, al mismo tiempo también estoy triste con otros muchos en la Iglesia porque el Papa emplea un esfuerzo tan grande para impedir el desmoronamiento de la “mano derecha” de la Iglesia,
sin embargo, al mismo tiempo, por otra parte
es muy duro e inflexible (y antes lo era como prefecto de la Congregación de la Fe),
por ejemplo con referencia a la Teología de la Liberación.

En segundo lugar, el Papa trata de una celebración “digna” de la liturgia.
Naturalmente parte de que la liturgia renovada es una tal celebración “digna”,
sino no hubiera prescrito esta nueva liturgia como la forma de expresión “ordinaria” de la oración eclesial.

Por otra parte, el Papa tiene la impresión de que ciertamente la liturgia renovada conduce a “arbitrarias deformaciones”.
Se remite en el oficio de acompañamiento a las propias experiencias.

Naturalmente yo no quisiera discutir estas experiencias.
Yo incluso las podría documentar con ejemplos.
Sin embargo, por otra parte yo tengo –de forma semejante al Papa- también experiencias con la celebración concreta de la “antigua” liturgia.
Y me sorprende ya que el Papa en ningún texto hable de ello,
de la forma tan “chapucera” e “impropia” que esta liturgia podía ser celebra y fue celebrada.

Esto comienza con la “velocidad” con la que fue presentada frecuentemente y esto tenía mucho que ver con el latín que nadie comprendía.
¡El “record” que yo he experimentado ascendió a 14 minutos!
Yo no sé verdaderamente lo que esto tiene que ver con la “dignidad” y con el “misterio” de la Eucaristía.
Me ahorro otros ejemplos – aunque si comenzase –
tardaría mucho en llegar al final.

Probablemente aquí entre nosotros el Motu Proprio no cambiará apenas nada – en todo caso fundamentalmente.
En nuestro Obispado hay desde hace tiempo una única Iglesia en la que se celebra una misa dominical semana tras semana según el antiguo rito.
El número de participantes habla de cantidades:
¡Son aproximadamente veinte!
Con este fondo más de uno se pregunta naturalmente si este Motu Proprio, halaga a un grupo muy pequeño pero potente –
en todo caso así puede parecer a nuestra vista.

Sin embargo, en un punto debía el Motu Proprio
cambiar entre nosotros enteramente algo:
Debía ser para nosotros un estímulo para celebrar
la Eucaristía y, en general, los Sacramentos de la Iglesia aún más reflexiva, meditativa, participativa y – si ustedes quieren – piadosamente y así corresponder aún más a la “dignidad” de lo “Santo”.

¡Ciertamente esto queremos nosotros hacer ahora!

Amén.

Ustedes encontrarán el texto del Motu Proprio así como el oficio papal de acompañamiento en nuestra página “Quellentexte”.