Predigt Homilía para el 9 Septiembre 2007  Tema: Agua de Vida – Bautismo
Ocasión: Bautismo en la Misa dominical
Lectura: Ex 17,3-7
Evangelio: Jn 4,5-14
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Percibimos la corriente eléctrica en el enchufe
y nuestra agua –fría o caliente– en la tubería.
Quien de nosotros piensa en que cuando abre el grifo esto no es natural en absoluto.

También vivimos – la mayor parte de las veces sin reflexionar – sobre abundancia y superabundancia:
En los enormes supermercados tenemos el tormento de elegir entre una cantidad innumerable de productos de la misma clase.
Lo necesario y lo superfluo se amontona en gran cantidad.

Incluso para necesidades mentales y espirituales
hay una inmensa abundancia de ofertas:
* El mercado de los libros está inundado de cien mil publicaciones, la mayor parte efímeras.
* Hace poco un buen conocido se entusiasmaba porque se podía conectar con su antena satélite
a más de 2000 programas de televisión.
* También en la búsqueda de orientación espiritual y de respuestas a la pregunta sobre el sentido de la vida, podemos recurrir a una desconcertante variedad de posibilidades.

Muchas personas de nuestra época se han acostumbrado a escoger de todo esto algún segmento
y a experimentar como aficionados conjuntamente una ideología altamente individual y una interpretación.

Con este fondo hay que comprender también la conversión de no pocos jóvenes al Islam.
Y algunos eligen quizás por ello su peculiar radicalidad porque están hartos del caos ideológico del mundo occidental y buscan en todo lo posible respuestas sencillas e instrucciones para la acción.

Por consiguiente éste es el horizonte ante el que debiéramos escuchar y comprender de nuevo las Lecturas de esta Misa:

En el “desierto”, es decir, en el caos y en la falta de orientación mental de un vagar durante cuarenta años “el pueblo estaba sediento de agua y murmuraba contra Moisés”.
La verdadera meta de la peregrinación había caído en el olvido.
El sentido de una vida tal, “en camino” no se comprende ya.
El “Dios de los antepasados”, el Dios de las antiguas tradiciones “de ayer” –
¿¿¿Dónde está??? - ¡Caído en el olvido!
Se Le ha excluido de la vida diaria.
Ya no se Le puede ver, ni asir, ni experimentar concretamente.
Se ansía volver a las “ollas de carne de Egipto”,
al relativo bienestar de la esclavitud.

En esta situación:
La fe de Moisés, el grito de Moisés...
Y después se produce el “milagro:
¡Agua clara, fresca, brota de la Roca!
También esto enteramente en el sentido transmitido:
El agua no mana de la arena del desierto,
que dispersa el viento por aquí y por allá;
antes bien fluye de la Roca.

El agua, que regala la Vida, tampoco puede fluir en nuestros días en la movediza arena ideológica.
El agua de la Vida nace de una fe que no es blanda ni está en boga,
sino que más bien se asemeja a la Roca dura.
Tampoco las tormentas de la prueba diaria pueden sacudirla.

El Evangelio une el texto veterotestamentario y lo aclara:
La “Roca” es Cristo mismo:
Solamente Él, no sólo puede dar el “agua de la Vida” a esta mujer de Samaria,
sino también a nosotros y a las gentes de nuestro tiempo, que están sedientos de esta agua, a menudo sin saberlo.

Sólo Él puede decir:
“Quien beba de esta agua que Yo le daré,
no tendrá nunca más sed;
más bien el agua que Yo le dé,
se convertirá en él en surtidor,
cuya agua regala la Vida eterna.”

En este texto de Jesús se expresa lo que significa el Bautismo:
Si no dejamos encenagarse esta fuente,
ella nos regalará una Vida llena de sentido.
Más aún: “Se convertirá en “surtidor” en nosotros y por medio nuestro para los demás –
Por ejemplo para este niño que bautizamos hoy y además para los muchos jóvenes que hoy casi perecen por una sed no saciada.
“¡Dadles vosotros de beber!”
nos diría Jesús a los cristianos.
¡Dadles no palabras piadosas y buenas!
¡Dadles agua clara del surtidor de vuestra fe!

Amén